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El racismo en Francia

La lucha contra el terrorismo y el derecho a la seguridad volvieron al primer plano en un país particularmente sensible a esas expresiones. Y de acuerdo con las encuestas, el candidato favorecido fue el actual mandatario Nicolás Sarkozy.

2 de abril de 2012 Por:

La lucha contra el terrorismo y el derecho a la seguridad volvieron al primer plano en un país particularmente sensible a esas expresiones. Y de acuerdo con las encuestas, el candidato favorecido fue el actual mandatario Nicolás Sarkozy.

A mediados de marzo, los ciudadanos de Toulouse en el sur de Francia fueron sorprendidos por el asesinato de cuatro militares y luego de tres niños de un colegio judío de la localidad. Los crímenes, que conmovieron al país, fueron cometidos por Mohamed Merah, radical musulmán de nacionalidad francesa e hijo de inmigrantes argelinos. Este sujeto, dado de baja por la Policía francesa, sufría de un enfermizo antisemitismo y era un fanático de la yihad islámica.El acontecimiento, que golpeó a todos los sectores sociales del país, fue cometido en plena campaña electoral. Y además de poner la inmigración árabe y africana a Francia en el centro del debate, trastocó el curso de la campaña. La lucha contra el terrorismo y el derecho a la seguridad volvieron al primer plano en un país particularmente sensible a esas expresiones. Y de acuerdo con las encuestas, el candidato favorecido fue el actual mandatario Nicolás Sarkozy, cuyo movimiento de centro-derecha es visto como más capacitado para enfrentar este tipo de desafíos.Paradójicamente uno de los grandes damnificados fue el Partido Nacionalista de Jean Marie Le Pen, que liderado por Marianne, hija de Jean Marie, ganaba adeptos por su marcada hostilidad a los inmigrantes, y su antisemitismo proverbial. La muerte de los tres niños judíos sensibilizó la Nación contra aquella variante del racismo, que pesa en la conciencia europea desde la II Guerra Mundial.Pero más contradictorio resulta el que Francia, que ha sido permisiva en su política migratoria con respecto a los habitantes de los países del Magreb y de otras antiguas colonias africanas, hoy se ve en la disyuntiva de recoger sus banderas y proclamar el fin de las puertas abiertas a ‘los desamparados de África’, de que hablaran Albert Camus y Jacques Chirac.Y en muchos sectores, el sentimiento de aversión por los inmigrantes ha dado paso a racismo abierto, que no sólo se manifiesta con descaro en los escenarios deportivos, sino que se exacerba con el antisemitismo, una variante particularmente agresiva de racismo. De allí que Sarkozy se haya atrevido a hablar del exceso de inmigrantes que hay en Francia y de la necesidad de frenar la inmigración. A despecho de la dura batalla que libra con el socialista Francois Hollande, quien ha enfocado el asunto desde otra perspectiva.Para éste, el problema no son la cantidad de inmigrantes que hay en el país, quienes por lo general encuentran la manera de ocuparse en los múltiples oficios que los jóvenes franceses desprecian, sino en el hecho de que el sistema no ha logrado ofrecer puestos de trabajo estables a la juventud francesa educada. Para Hollande, la idea según la cual los inmigrantes le quitan puestos de trabajo a los franceses es equivocada, pues ellos se desempeñan donde los franceses no quieren.Y, aunque los académicos consideran que Hollande está más cerca de la verdad, lo cierto es que las posiciones extremas fomentan el racismo, creando una atmósfera malsana para la integración francesa. Asesinatos como los de Toulouse tienen que ver con aquel ambiente.

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