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¿El puerto o el ecosistema?

El Chocó biogeográfico, donde está la Bahía de Tribugá, es uno de los 35 ‘puntos calientes’ que han sido definidos como tales en el mundo.

17 de mayo de 2019 Por: Editorial .

Para quienes no conozcan el término, un hotspots es en lenguaje ambiental un territorio donde se concentra una cantidad importante de biodiversidad, en su mayoría endémica, que debe ser protegida porque es única y está amenazada. El Chocó biogeográfico, donde está la Bahía de Tribugá, es uno de los 35 ‘puntos calientes’ que han sido definidos como tales en el mundo.

La explicación anterior es importante cuando hay que referirse al impacto ambiental que causaría construir un puerto marítimo en Tribugá, así como para comprender la dimensión de los costos económicos y sociales que conllevaría intervenir un ecosistema sin igual en el Planeta. En momentos en que el debate mundial se centra en cómo detener el cambio climático, la urgencia de conservar las reservas naturales es evidente.

El Golfo de Tribugá está conformado por un área marítima protegida que abarca 60.124 hectáreas donde se encuentran ecosistemas como el manglar, bancos o áreas de congregación de especies como la piangua, el pargo y el mero, cuenta con sitios de anidación de tortugas y zonas de alimentación de aves migratorias, además de ser parte del corredor por el que se desplazan, se aparean y paren las ballenas jorobadas. Es el futuro de esa riqueza sin igual, que han sabido conservar y aprovechar de manera sostenible las comunidades de la región, lo que preocupa a la hora de pensar en construir un puerto de carga.

No se trata de negar la importancia del progreso ni de minimizar el impacto económico y de desarrollo que generaría para el departamento más abandonado de Colombia una obra de tal magnitud. El asunto es poner en una balanza las prioridades de Colombia en las circunstancias actuales de la Tierra y determinar si lo más racional es conservar la reserva natural con mayor biodiversidad del mundo, aprender a hacer un uso sostenible de sus recursos y que ello signifiquen una oportunidad para sus comunidades, o insistir en reemplazar riqueza ambiental por un puerto.

Como ejemplo, la ONG Conservación Internacional calculó el costo de intervenir 917 de las 1866 hectáreas de manglares que hay en Tribugá. Lo primero es comprender que esos ecosistemas son esenciales para la protección de las costas y el control de su erosión, que además purifican el agua, absorben dióxido de carbono y generan pesca sostenible.

El valor de los servicios ambientales que presta cada hectárea de ese ecosistema puede llegar a $836 millones cada año que ya no se percibirían si se impactan los bosques de manglares; el costo en pérdidas para la pesca podría llegar a $2,3 billones anuales y el ecoturismo en la zona que puede representar hoy $4.600 millones se reduciría sustancialmente. Y ya no habría manera de que a las comunidades de la zona les llegaran los $105.000 millones como compensación en bonos de carbono por cumplir las metas a las que Colombia se ha comprometido para enfrentar el cambio climático.

Esos datos son sólo números, que si bien pueden estar maximizados ponen en cifras lo que significaría para el Chocó, para Colombia y para el mundo la pérdida ambiental por construir un puerto en Tribugá aún si se adoptaran todas las medidas para reducir el impacto. ¿Será que el país necesita construir un nuevo puerto sobre el Pacífico? ¿Acaso no es hoy más importante preservar su biodiversidad y salvaguardar ese hotspot único en el Planeta?

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