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El protagonismo de la Justicia

Hace años, los problemas de la Justicia y las dificultades de los ciudadanos para tener acceso a ella y resultados rápidos y efectivos en sus reclamaciones o la solución a su situación jurídica, la han tenido en el centro de las inquietudes en Colombia.

26 de diciembre de 2019 Por: Editorial .

Hace años, los problemas de la Justicia y las dificultades de los ciudadanos para tener acceso a ella y resultados rápidos y efectivos en sus reclamaciones o la solución a su situación jurídica, la han tenido en el centro de las inquietudes en Colombia. No obstante, la morosidad en adoptar los correctivos necesarios así como la inexplicable resistencia de algunos sectores a corregir las fallas, hacen de ese servicio público uno de los grandes protagonistas del año que culmina.

Debe reconocerse en primer lugar que el mal no es producto de la actitud o de la voluntad de los jueces, fiscales y auxiliares de la Justicia, y que en muchas ocasiones las crisis se deben a la crónica falta de recursos o a veces inexplicable maraña de leyes que se expiden sin mirar sus efectos. Por el contrario, la inmensa mayoría de esos servidores públicos dan ejemplo de abnegación y de entrega por sacar adelante la responsabilidad que les concede la constitución y por atender la demanda de un país con graves problemas de convivencia que requieren una rápida y cumplida Justicia que haga efectiva la premisa de que el nuestro es un Estado basado en el Derecho.

Pero no es menos cierto que la demora en resolver los conflictos y las demandas de los ciudadanos ha llevado a crear inconformidades que se traducen en rechazos a la rama judicial, y en muchos casos a que los ciudadanos hagan justicia por mano propia, es decir, a la venganza y a las vías de hecho que desencadenan conflictos e inseguridades peores. Y en los últimos años, las denuncias sobre corrupción en las más altas Cortes de nuestra nación hayan llevado a la cárcel a tres magistrados, expresidentes de los tribunales a los cuales pertenecen, han sido un argumento más que suficiente para reclamar un cambio urgente.

Sin embargo nada cambia y, por el contrario, facultades como la de elegir por cooptación a los miembros de la Corte Suprema han sembrado en ella las divisiones. Como lo reconoció el presidente de la Corporación, son producidas por intereses clientelistas y por rencillas, más no por asuntos atinentes a los diferentes conceptos del derecho. Tan grave es la división que hoy hay sólo 16 de los 23 magistrados que componen la sala plena y en dos meses esa Corte puede quedar sin quorum decisorio al retirarse uno más por vencimiento de su período.

Y entre tanto, el ciudadano de a pie debe esperar a veces décadas para que se resuelva un litigio civil, más del 90% de los procesos penales no reciben una sentencia definitiva y abundan los casos de prescripciones debidos a la falta de acción del Estado. Es una realidad inocultable que deslegitima la rama del poder público con mayor incidencia en la construcción de la paz y el mantenimiento de la concordia por los métodos civilizados que garantiza la democracia.

Son esos hechos los que hacen a la Justicia uno de los grandes protagonistas del año que termina, cuando la respuesta fue infinitamente menor a la necesidad de nuestra sociedad. Y que crean la obligación de atender el reclamo nacional para que se resuelva la crisis que está entre los grandes impulsores de la protesta social en Colombia.

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