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El Pacto por los campesinos

" Es que ya el país conoce una parte importante de la verdad que padecen esos campesinos, sometidos a las reglas que fija el mercado en materia de precios altos para los insumos y bajos para los productos agrícolas, sin posibilidades de acceder a la tecnología y al conocimiento y limitados por unas entidades oficiales que, como el Ministerio de Agricultura y sus organismos dependientes, miran a la distancia lo que sucede en el campo nacional".

15 de septiembre de 2013 Por:

" Es que ya el país conoce una parte importante de la verdad que padecen esos campesinos, sometidos a las reglas que fija el mercado en materia de precios altos para los insumos y bajos para los productos agrícolas, sin posibilidades de acceder a la tecnología y al conocimiento y limitados por unas entidades oficiales que, como el Ministerio de Agricultura y sus organismos dependientes, miran a la distancia lo que sucede en el campo nacional".

Luego del levantamiento de los bloqueos en varias carreteras del país, y sin que se haya logrado aún el final oficial del paro campesino, el Gobierno Nacional convocó a lo que llamó Pacto Nacional para el Agro. Iniciativa necesaria sin duda para enderezar el rumbo de una economía que hasta antes de las protestas dormía en los elogios y los éxitos de la minería. Al empezar el paro, menospreciado cuando se anunció, Colombia y sus gobernantes se encontraron de frente y de manera sorpresiva con una cruda realidad: las difíciles condiciones en las que viven millones de campesinos debido al abandono estatal y la aplicación de políticas que desde principios de la década de los 90 le dieron prioridad a la urbanización del país por encima de la urgencia de atender a quienes habitaban el campo. Fue la aplicación de políticas que en teoría llevarían a integrar a la Nación a las tendencias que imperaban en el orden mundial. Veinte años después, y tras la enorme diáspora de desplazados que produjo la combinación de abandono del Estado con el embate del narcotráfico, las guerrillas y toda clase de delincuencia, el país se encontró con una protesta justa, que si bien algunos como las Farc y la Marcha Patriótica tratan de capitalizar para sus ambiciones políticas, produjo una oleada de respaldos. Y de nuevo sacó a flote el menosprecio con el cual se ha mirado el campesinado y la necesidad de que ellos ejerzan la soberanía en el campo, además de producir alimentos y asegurar la convivencia.Por eso, el Gobierno Nacional realizó la convocatoria al Pacto. Que debe ser mucho más que la reunión con los gremios que tradicionalmente han actuado como voceros de la agroindustria, de los ganaderos y de quienes se supone encarnan la voz del agro colombiano. Incluso, debe llegar más allá de entidades como la Federación Nacional de Cafeteros, hoy en crisis y cuestionada por muchos cultivadores del grano que ya no se siente representados por ella.Por lo menos eso es lo que da a entender el que varios de los organizadores del paro se negaran a hacerse presentes en la convocatoria. Es que ya el país conoce una parte importante de la verdad que padecen esos campesinos, sometidos a las reglas que fija el mercado en materia de precios altos para los insumos y bajos para los productos agrícolas, sin posibilidades de acceder a la tecnología y al conocimiento y limitados por unas entidades oficiales que, como el Ministerio de Agricultura y sus organismos dependientes, miran a la distancia lo que sucede en el campo nacional.Se supone entonces que esos serán los asuntos a cambiar por medio del Pacto Nacional Por el Agro y motivados por el interés sincero de cerrar el abismo existente entre los campesinos, la provincia y el centro. Y que ahora sí se pondrá atención a modelos que como el desarrollado por Vallenpaz en el suroccidente del país, ha logrado convertir en empresarios verdaderos a miles de campesinos del Valle, el Cauca y Nariño. De no ser así, el llamado del presidente Juan Manuel Santos se hundirá en el descrédito, convirtiéndose en detonante que aumentará la protesta social en Colombia.

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