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El otro tráfico

Así el privilegio de ser el segundo país con mayor variedad biológica, en el que habitan una de cada diez especies de fauna y flora del mundo, se está transformando en una contrariedad. Desde las selvas y bosques nacionales salen reptiles, aves o mamíferos, tanto como guadua, palma y cedro, apetecidos dentro y fuera del país. Todo ello sin permiso alguno.

4 de abril de 2015 Por:

Así el privilegio de ser el segundo país con mayor variedad biológica, en el que habitan una de cada diez especies de fauna y flora del mundo, se está transformando en una contrariedad. Desde las selvas y bosques nacionales salen reptiles, aves o mamíferos, tanto como guadua, palma y cedro, apetecidos dentro y fuera del país. Todo ello sin permiso alguno.

El tráfico de fauna y flora, el negocio ilícito más rentable del mundo después del narcotráfico y la venta ilegal de armas, está destruyendo la biodiversidad en Colombia. Un saqueo a la naturaleza que no se detendrá sin el control efectivo de las autoridades, leyes que castiguen con dureza tal delito y una población educada para defender su mayor riqueza.Entre 2013 y 2014 se incautaron 55.000 especímenes animales y de plantas, lo que según las autoridades significó un incremento del 13% en esa actividad ilícita. La cifra, sin embargo, no representa la realidad de un comercio que tiene como destinos principales a España, Francia, Estados Unidos y Canadá y mueve US$17.000 millones al año, según la Agencia de Policía Internacional, Interpol.Así el privilegio de ser el segundo país con mayor variedad biológica, en el que habitan una de cada diez especies de fauna y flora del mundo, se está transformando en una contrariedad. Desde las selvas y bosques nacionales salen reptiles, aves o mamíferos, tanto como guadua, palma y cedro, apetecidos dentro y fuera del país. Todo ello sin permiso alguno. Las rutas de los traficantes están detectadas, como la que va desde el Amazonas, pasa por los Llanos y llega a Bogotá para embarcar la ‘mercancía’ por vía aérea. O la del Putumayo, que sale de Nariño y termina en el Valle.Pese a ese conocimiento y al esfuerzo de las autoridades ambientales, el negocio ilícito de animales y plantas sigue imparable, sin cálculos certeros y con el daño para el equilibrio de los ecosistemas nacionales, una cadena en la que son indispensables. Tan grave como ello es que de cada diez especímenes que se sacan vivos de su entorno solo uno sobrevive antes de ser vendido, un nivel de pérdida que lleva sin tregua a la extinción de especies.Si bien la responsabilidad de esa devastación ambiental recae en las bandas criminales dedicadas a su tráfico, la indiferencia de la sociedad y la condescendencia de los colombianos son alimento para el delito. Aunque su mercado más rentable está fuera del país, el comercio ilegal transita primero al interior de Colombia donde es común ver en un semáforo o en las esquinas a quienes ofrecen aves, iguanas, tortugas o micos que llegan desde Chocó, Casanare o el Amazonas.En la aplicación de la Justicia está la otra talanquera para combatir este negocio ilícito. La legislación contempla penas de entre 4 y 9 años de cárcel y multas hasta 10 mil salarios mínimos mensuales vigentes para quienes incurran en ese delito. Tal debería ser el castigo para los 4.369 traficantes capturados en flagrancia el año anterior en el país. Sin embargo, la realidad será otra si, como hasta ahora, sólo el 18,79% de las investigaciones termina en sanción.La lucha contra el saqueo a la biodiversidad colombiana tendrá éxito si al control de las autoridades a ese comercio ilegal, se le suma una Justicia eficiente que haga respetar y cumplir las normas vigentes. Y si se enseña a los ciudadanos que ellos son los vigilantes, defensores y protectores naturales de la riqueza ambiental del país.

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