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El negocio de las armas

Si es así de claro y reconociendo los avances que el TCA alcanzó en su presentación en sociedad en Cancún, no se entiende por qué no se resolvió de una vez un punto tan sencillo y trascendental de que quienes venden armas y quienes las compran acuerden un formato que permita hacer seguimiento a sus manejos.

14 de septiembre de 2015 Por:

Si es así de claro y reconociendo los avances que el TCA alcanzó en su presentación en sociedad en Cancún, no se entiende por qué no se resolvió de una vez un punto tan sencillo y trascendental de que quienes venden armas y quienes las compran acuerden un formato que permita hacer seguimiento a sus manejos.

Cuando hace unos días el papa Francisco la emprendió contra fabricantes y traficantes de armas, de quienes dijo “están manchados con la sangre de tantos inocentes”, acababa de pasar de puntillas por Cancún la primera cumbre del Tratado de Comercio de Armas (TCA).Simple coincidencia o vigorosa reacción, la condena del pontífice a un negocio tan viejo como la guerra misma pone de nuevo sobre la mesa el debate de si las armas son tan necesarias como para significar en estos tiempos una prioridad del tamaño de 1,8 billones de dólares anuales destinados por los Estados del mundo a la carrera armamentística. Un indicador de esas proporciones asombra no solo por lo que significa frente a otras apremiantes necesidades actuales en materia alimentaria, educativa y de salud, entre otras, sino que además genera temores de que se quede corto. No es secreto que si hay un tema reservado en el planeta ese es el gasto militar, por el que pasan las armas. Está visto pues que si algo sigue vigente es aquello de que la mejor forma de hacer la paz es prepararse para la guerra.Por supuesto que el mundo no anda en paz. Así se hable de leve mejoría, luego de que en los 90, una vez saltó en pedazos el bloque soviético, sobrevinieron 50 conflictos, mientras que en 2103 ‘apenas’ fueron 32 las guerras identificadas. Eso sí, las imágenes de la diáspora de sirios y vecinos para encontrar en estos días refugio en Europa a costa de sus vidas enseñan que el alcance de las conflagraciones siempre golpeará a los más frágiles.Si es así de claro y reconociendo los avances que el TCA alcanzó en su presentación en sociedad en Cancún, no se entiende por qué no se resolvió de una vez un punto tan sencillo y trascendental de que quienes venden armas y quienes las compran acuerden un formato que permita hacer seguimiento a sus manejos. Hay que aplaudir el compromiso suscrito en ese sentido para 2016. No así este tipo de postergaciones, como tampoco el hecho de que de 131 países que suscribieron el tratado, aún faltan 59 por ratificarlo. Es claro que sólo con esos datos al día se puede vigilar una industria que encuentra grietas por donde se cuelan los traficantes para surtir a grupos al margen de la ley. Una industria que en países como los Estados Unidos se justifica como el derecho a la legítima defensa, a pesar del daño que causa a su propia sociedad. Pero ese no es el único riesgo: las tiranías que están de vuelta en varios puntos del orbe encuentran en esas armas el instrumento ideal para intimidar y los ciudadanos y violar los derechos humanos.Lo peor es que en la cumbre del TCA, quienes más se empeñaron en relegar la entrada en vigencia de un formato único y de obligatorio cumplimiento para hacer el seguimiento del negocio multimillonario fueron países exportadores. Entre ellos, algunos europeos que por su tradición democrática deberían tener coherencia entre lo que promueven en otros escenarios internacionales y ahora olvidan su responsabilidad cuando lo que está de por medio es la vida de esos miles y miles de inocentes a los que Francisco hace mención.

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