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El juicio a Lula

Mientras el presidente del Brasil, Michel Temer, mantiene una intensa batalla por impedir el proceso que puede llevar a su destitución por actos de corrupción, la Justicia de ese país condena a Luis Inacio ‘Lula’ Da Silva por la misma razón.

13 de julio de 2017 Por: Editorial .

Mientras el presidente del Brasil, Michel Temer, mantiene una intensa batalla por impedir el proceso que puede llevar a su destitución por actos de corrupción, la Justicia de ese país condena a Luis Inacio ‘Lula’ Da Silva por la misma razón. Así, el gigante de Suramérica sigue padeciendo el desplome de sus instituciones políticas, y la crisis continúa golpeando a sus habitantes.

Lula fue sentenciado en primera instancia, acusado de recibir en compañía de su esposa un apartamento avaluado en varios millones de dólares. Ese es apenas uno de los tantos procesos iniciados en su contra por la misma razón, que hacen tránsito en la Justicia brasileña a pesar del poder político del exmandatario con mayor respaldo de las últimas épocas.

La condena a Lula es el último hecho de la larga cadena de actuaciones contra la corrupción en la política brasileña. Antes estuvieron entre otras las acusaciones contra poderosas empresas que se apoderaron de Petrobras, lo que produjo la destitución de su sucesora, Dilma Rouseff, y el relevo a cargo de su fórmula presidencial, Michel Temer, hoy también al borde de la destitución. Y mucho antes, el juicio y condena de los miembros de su gabinete y de su partido de los Trabajadores, durante su primer gobierno.

Aunque la sentencia es condenatoria, el expresidente podrá continuar en libertad mientras se tramita su apelación ante las instancias pertinentes. Ello incluye la posibilidad de participar en las elecciones presidenciales del Brasil el próximo año, lo cual no está exento de sospechas sobre la intención de mostrarse como víctima de una persecución política o sobre su estrategia para ganar de nuevo y recibir una nueva inmunidad.

Son pues muchas las incertidumbres que ha creado la sentencia contra Lula. Pero también se ha presentado una nueva demostración de independencia de los jueces, a pesar de los intentos por tratar de poner en duda su integridad. La gran pregunta es qué reacciones producirá y cómo podrá el Brasil superar la crisis que lleva muchos años y no parece tener fin cercano, a juzgar por la larga lista de juicios y de investigaciones que se abren casi a diario.

Entre tanto, los brasileños siguen demostrando su rechazo a la corrupción que se devoró a casi todos los estamentos de su país, que engendró un imperio de trampas y escándalos en toda su estructura administrativa y expandió sus tentáculos a casi todo el continente. Hoy hay varios presidentes latinoamericanos y altos dignatarios oficiales que, como Lula Da Silva, desfilan por los estrados judiciales para responder por hechos similares cometidos con las mismas empresas.

Y entre tanto, Brasil espera que su presidente Temer enfrente el posible juicio político que puede llevar a su destitución por hechos del mismo tenor que terminaron el mandato de la señora Rouseff. Es la demostración de que la corrupción no tiene color político ni es de izquierda o de derecha. Su origen es uno solo: la ambición de riqueza y de poder que pasa por encima de la ética y causa un daño enorme a las sociedades democráticas.

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