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El incendio en Yemen

Los bombardeos de los últimos días de Arabia Saudita contra los rebeldes hutíes que han puesto en huida al presidente Abdrabbuh Mansour Hadi, son apenas una muestra de hasta dónde está dispuesta a meter mano en la situación una coalición en las que se alinean, junto a los saudíes, Kuwait, Bahréin, Qatar, Jordania, Marruecos, Egipto y Pakistán, entre otros, con el respaldo, a prudente distancia, de Estados Unidos, empeñados en “proteger y defender al Gobierno legítimo”.

30 de marzo de 2015 Por:

Los bombardeos de los últimos días de Arabia Saudita contra los rebeldes hutíes que han puesto en huida al presidente Abdrabbuh Mansour Hadi, son apenas una muestra de hasta dónde está dispuesta a meter mano en la situación una coalición en las que se alinean, junto a los saudíes, Kuwait, Bahréin, Qatar, Jordania, Marruecos, Egipto y Pakistán, entre otros, con el respaldo, a prudente distancia, de Estados Unidos, empeñados en “proteger y defender al Gobierno legítimo”.

Yemen no parece tener futuro. Así lo demuestra el sangriento proceso de desintegración que vive actualmente esa, la nación más pobre del mundo árabe, fruto de la enconada lucha tribal y religiosa que se libra en su territorio.Y lo ratifican las pocas esperanzas de que prospere una salida negociada en los intentos hechos en Qatar. Pero si le quedan muy pocas opciones de salir medianamente librada de la guerra civil, es porque su destino está en las cuentas de intereses externos que confluyen en su mapa. Yemen es hoy el escenario de la nueva guerra, como en el ayer lo fueron, y aún lo son Iraq y Siria.Los bombardeos de los últimos días de Arabia Saudita contra los rebeldes hutíes que han puesto en huida al presidente Abdrabbuh Mansour Hadi, son apenas una muestra de hasta dónde está dispuesta a meter mano en la situación una coalición en las que se alinean, junto a los saudíes, Kuwait, Bahréin, Qatar, Jordania, Marruecos, Egipto y Pakistán, entre otros, con el respaldo, a prudente distancia, de Estados Unidos, empeñados en “proteger y defender al Gobierno legítimo”.A los bombardeos hay que sumar 150 mil hombres del ejército saudí que participan de la llamada ‘Operación Tormenta Decisiva’. ¿Se justifica una intervención de tales proporciones para frenar el embate de lo que en principio fue un grupo evangelizador y ahora es una poderosa milicia armada -pero milicia al fin, no un ejército-, que dice representar a ese tercio de la población yemenita, la minoría zaydí, ligada a la rama del islam chií?La respuesta está en una serie de sombras que asoman tras cada acción de los rebeldes, en una compleja situación que termina siendo un galimatías. El primero de ellos es Irán. Muy a pesar de las reiteradas negativas de Teherán, a nadie le queda duda de que buena parte de las armas que han permitido el avance de los hutíes provienen de ese país. La identidad chií es la principal razón de ese respaldo, que desnuda el interés por imponer su particular interpretación del Corán, así sea confrontando el poder de los suníes.Difícil de entender que Irán esté dispuesto a dejar a los hutíes a su suerte, por cuenta de su necesidad de mostrar una renovada cara de pacifista en medio de las negociaciones de desarme nuclear con Estados Unidos. A la vez, es difícil que el país de los ayatolas guarde silencio frente al desafío de la Arabia Saudita sunita, que ha advertido no permitir que “siembre de violencia sectaria la región”.Si a ese panorama se suman otros elementos que participan en la confrontación como lo son Al Qaeda, el Estado Islámico, un ex presidente que se ha sumado a la insurrección tropas leales e incluso el petróleo como botín e instrumento de guerra, la situación en Yemen merece más que el cuidado del mundo árabe. Si la conflagración toma vuelo, será casi imposible no esperar un choque de mayores proporciones en los vecinos de la región, que puede involucrar a las superpotencias del planeta. Por eso, es el momento de pactar un acuerdo para apagar esa opción. La pregunta es quién podría obrar de bombero en el incendio de Yemen.

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