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El holocausto de Siria

La confusión es enorme y la conflagración, que ha causado 100.000 muertes y casi tres millones de desplazados en dos años y medio, crece casi sin remedio, inflada por razones políticas, religiosas, raciales.

23 de agosto de 2013 Por:

La confusión es enorme y la conflagración, que ha causado 100.000 muertes y casi tres millones de desplazados en dos años y medio, crece casi sin remedio, inflada por razones políticas, religiosas, raciales.

Sin claridad sobre quién disparó los gases letales que dejaron más de mil muertos en los últimos días, Siria sigue su camino hacia el despeñadero donde lo que menos importa es el ser humano. En tanto, la comunidad internacional sigue a la expectativa, aguardando quizás que Rusia y los Estados Unidos decidan la suerte de ese país, al mejor estilo de la guerra fría que se decía desaparecida. El escenario está en las cercanías de Damasco. Las escenas que muestran las cámaras de televisión son estremecedoras: largas filas de cadáveres extendidos en el piso, están a la espera de su sepultura. Mientras los médicos que presenciaron la tragedia narran los detalles del ataque y declaran su impotencia para atender a la totalidad de las víctimas, la oposición acusa al régimen de Bashar Al Assad de usar armas químicas y éste responde acusando a sus opositores de haber usado gases mortales para obligar una intervención internacional. Total, la confusión es enorme y la conflagración, que ha causado 100.000 muertes y casi tres millones de desplazados en dos años y medio, crece casi sin remedio, inflada por razones políticas, religiosas, raciales. Son facciones shiitas, sunitas y laicas, patrocinadas por el régimen de Iraq o por Al Qaeda, con participación de mercenarios, miembros de la Yihad Islámica. Incluso dentro de la oposición es imposible encontrar coherencia y relativamente fácil ver a facciones del mismo bando disparándose unas a otras. Es el caos que ya hace metástasis, afectando al Líbano y a Turquía. Hace algunos meses, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, había declarado que intervendría de manera más directa si se comprobaba que el régimen de Al Assad usaba armas químicas de destrucción masiva. Y al frente, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, contestaba con una oposición rotunda a cualquier intento de intervención, negándose también a suspender el envío de suministros militares para el gobierno sirio. Frente a esa confrontación, al mejor estilo de la guerra fría basada en la geopolítica y las áreas de influencia que se creía superada, el resto de la comunidad internacional, incluyendo en primer lugar a la Unión Europea que ha tenido legendarios intereses en la zona, apenas hace tímidos esfuerzos por llamar la atención sobre el holocausto que padece el pueblo de Siria. Todos los días se conocen hechos terribles que involucran a adultos y menores, a hombre y mujeres, y destruyen de la manera más bárbara posible la vida humana. Tan grave como que no pueda definirse si en realidad se usaron armas químicas y quiénes las están utilizando, es que la Organización de las Naciones Unidas esté prácticamente atada para intervenir en el martirizado país y detener el genocidio que crece en tanto las partes en disputa refinan sus métodos crueles contra la población inerme. Por eso, Siria es otro ejemplo más de la incapacidad de la comunidad internacional para impedir o detener las matanzas que se producen en el planeta, a pesar de que los gobiernos crearon a la Onu en 1948 para defender la paz e impedir la repetición de la crueldad contra la especie humana.

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