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El gran obstáculo

"Algunos tratan de ver un gran avance en el reconocimiento que hacen las Farc de su autoría en crímenes de guerra. Sin embargo, ese optimismo sufre un golpe enorme cuando se escuchan palabras como las de alias Marcos Calarcá: “No solamente dos policías se han muerto en Colombia. Son muchos los muertos”, dijo el jefe de la delegación en Cuba, para después desatar un discurso con el cual pretendió desviar la atención sobre el crimen".

26 de marzo de 2014 Por:

"Algunos tratan de ver un gran avance en el reconocimiento que hacen las Farc de su autoría en crímenes de guerra. Sin embargo, ese optimismo sufre un golpe enorme cuando se escuchan palabras como las de alias Marcos Calarcá: “No solamente dos policías se han muerto en Colombia. Son muchos los muertos”, dijo el jefe de la delegación en Cuba, para después desatar un discurso con el cual pretendió desviar la atención sobre el crimen".

De nuevo, la actitud de los dirigentes de las Farc ante los crímenes que cometen sus frentes se erigen como el gran obstáculo para creer en la posibilidad de un acuerdo para terminar el conflicto. Está claro que mientras los colombianos desean la paz, la guerrilla persiste en su retórica y en destruir la confianza mediante el desconocimiento de los Derechos Humanos.¿Qué tiene de acto militar el ataque terrorista cometidos en diciembre en la plaza principal de Inzá, en pleno mercado? ¿A qué aporta la bomba que mató a un ser humano en Pradera, un día después de terminar la tregua unilateral de las Farc? ¿Qué significado tiene el crimen atroz cometido en la zona rural de Tumaco contra el mayor German Méndez y el patrullero Edílmer Muñoz, en la confianza sobre los diálogos que con la mejor buena voluntad adelanta el Gobierno con la guerrilla en La Habana? ¿Y el atentado en el centro de Iscuandé, Nariño, la semana pasada?Esas preguntas son las que se hace el común de los colombianos que ven cómo las palabras de los voceros de la guerrilla pretenden restarle importancia a lo que realmente está ocurriendo en el país. Algunos tratan de ver un gran avance en el reconocimiento que hacen las Farc de su autoría en esos crímenes de guerra. Sin embargo, ese optimismo sufre un golpe enorme cuando se escuchan palabras como las de alias Marcos Calarcá: “No solamente dos policías se han muerto en Colombia. Son muchos los muertos”, dijo el jefe de la delegación en Cuba, para después desatar un discurso con el cual pretendió desviar la atención sobre el crimen.Declaraciones como esa muestran que en las directivas de las Farc no hay mucha voluntad de terminar el conflicto, mientras los delegados del Gobierno Nacional hacen un trabajo metódico, meritorio y silencioso por encontrar puntos de acuerdo que construyan confianza en la Nación. Es la gran diferencia entre el deseo de lograr la paz que anima al Gobierno Nacional, y el interés de usar las negociaciones como pretexto para encontrar audiencia al discurso gastado que pretende justificar 60 años de violencia fratricida.Es allí donde está el centro del asunto. Porque un diálogo de paz no puede ser usado como una disculpa para cometer atentados terroristas o usar métodos bárbaros contra personas inermes, como hicieron con los dos Policías en Tumaco. Ni debe servir de cortina de humo para evadir las responsabilidades, aprovechando la buena voluntad del Gobierno, de los países facilitadores y de los medios de comunicación para lanzar arengas que confunden y no contribuyen a construir el respaldo nacional a la iniciativa de negociar el fin de un conflicto eterno, confuso y sin futuro.Sin duda, el diálogo es el camino para lograr la paz. Pero para ello hay que conseguir que la Nación crea en la negociación. Eso no se obtiene con retórica, o con actos terroristas y crímenes de lesa humanidad, si no con actitudes que demuestren voluntad de paz, buena fe en la negociación y manifestaciones sinceras sobre el propósito de las Farc de acabar con la violencia que destruye la confianza y cierra los caminos a la reconciliación.

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