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El germen de la violencia

"El mal está en la raíz de la sociedad y en la dificultad para cambiar creencias y costumbres arraigadas. Es decir, en la cultura nacional que no permite aplicar el principio de la igualdad entre géneros y lleva a considerar acaso como algo normal la violencia contra las mujeres".

1 de diciembre de 2015 Por:

"El mal está en la raíz de la sociedad y en la dificultad para cambiar creencias y costumbres arraigadas. Es decir, en la cultura nacional que no permite aplicar el principio de la igualdad entre géneros y lleva a considerar acaso como algo normal la violencia contra las mujeres".

Quizás se afirme que la violencia contra la mujer no es un propósito intencionado de causar daño o desaparecer el género femenino en Colombia. De lo que sí no queda duda es del perjuicio que está causando el rezago cultural que lleva a solucionar las diferencias o a imponer supuestas superioridades de género mediante el maltrato, en muchas ocasiones letal contra el género femenino. Las cifras causan horror de por sí: más de tres millones setecientos mil mujeres, sin distingo de edad, han sido la cuota del llamado conflicto en nuestro país. Y el año pasado, seis mil niñas y otras cuarenta y dos mil mujeres adultas sufrieron en carne propia la violencia intrafamiliar. Esa es una pequeña muestra de la cuota que han debido pagar quienes, se supone, son la base de la familia, el núcleo de la sociedad y las depositarias de la tradición y la herencia de las naciones.Frente a esa realidad, el Estado ha tratado de tomar medidas para detener lo que sin duda es una vergüenza nacional. Por eso se expidió la ley que castiga con cincuenta años de cárcel a quienes sean hallados responsables de arrojar ácido a la humanidad de las mujeres, mientras es casi imposible acusar a alguien de una violación carnal. Sin embargo, y ante la dificultad de darle aplicación práctica a la medida, tales actuaciones terminan convertidas en declaraciones que en muy pocos casos tienen función efectiva, así produzcan un clamoroso respaldo en la opinión pública que se olvida hasta que se presenta otro caso. Lo cierto es que el mal está en la raíz de la sociedad y en la dificultad para cambiar creencias y costumbres arraigadas. Es decir, en la cultura nacional que no permite aplicar el principio de la igualdad entre géneros y lleva a considerar acaso como algo normal la violencia contra las mujeres. Es la que termina por declarar culpable de una violación a las víctimas porque usan un vestido insinuante o sale a la calle sola. Y mantiene la especie de que el hombre tiene derechos absolutos sobre su cónyuge, incluida la facultad de “corregirla y castigarla” según su libre consideración.La consecuencia son las grandes falencias que afectan a la familia en Colombia y la dificultad para atender los dramas que se producen a diario, dando origen al germen de la violencia. Son las mujeres y niñas que son violadas, las que son amenazadas o asesinadas por desavenencias familiares o porque sí. Son los miles de niños que deben vivir el maltrato de sus padres a sus progenitoras y luego se convierten en reproductores de esas conductas que destruyen la convivencia e impiden tener una sociedad pacífica y respetuosa.La solución es entonces más compleja que expedir normas para castigar a los responsables de delitos contra las mujeres, así impliquen desquiciar el ordenamiento jurídico. Es ante todo cambiar la cultura popular, enseñar que la violencia no es la solución y que el respeto por ellas es la clave de la sociedad pacífica que queremos construir. Desconocer esa obligación es aceptar que continuemos con una sociedad en la cual es legítimo usar la violencia contra los demás.

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