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El futuro de una nación

La posibilidad de que Colombia sufra un racionamiento energético está latente desde que reapareció el travieso fenómeno de El Niño con un ímpetu que no se le veía desde hace dos décadas. Él no es, sin embargo, la única causa para que ese fantasma ronde de nuevo, ni el riesgo quedará conjurado cuando se vaya en los próximos meses.

23 de enero de 2016 Por:

La posibilidad de que Colombia sufra un racionamiento energético está latente desde que reapareció el travieso fenómeno de El Niño con un ímpetu que no se le veía desde hace dos décadas. Él no es, sin embargo, la única causa para que ese fantasma ronde de nuevo, ni el riesgo quedará conjurado cuando se vaya en los próximos meses.

La posibilidad de que Colombia sufra un racionamiento energético está latente desde que reapareció el travieso fenómeno de El Niño con un ímpetu que no se le veía desde hace dos décadas. Él no es, sin embargo, la única causa para que ese fantasma ronde de nuevo, ni el riesgo quedará conjurado cuando se vaya en los próximos meses.Las temperaturas de los meses recientes, las más altas registradas en más de un siglo, han afectado el nivel de los embalses que abastecen a las hidroeléctricas y termoeléctricas nacionales, desde las cuales se genera el 70% de la energía que consume el país. Represas como las del Alto Anchicayá o Salvajina, que sirven al Valle del Cauca, están apenas entre el 31 y el 38% de su capacidad y seguirán disminuyendo de continuar la ola de calor actual. Hasta ahí se podría decir que El Niño es el responsable del racionamiento de agua que padecen decenas de municipios, incluido Cali, y de la alta probabilidad de que en unas semanas el servicio de energía corra la misma suerte. La realidad es que el origen tanto del fenómeno atmosférico como de la disminución de los caudales de los ríos y de los niveles de lagunas y embalses, está en el deterioro ambiental causado por las acciones humanas o, peor aún, por su indiferencia frente a un problema que afecta a toda la población.La fuerza de El Niño está relacionada de manera directa con el calentamiento global, que tiene su origen en el daño hecho a la capa de ozono, protectora de la Tierra, por razones que el mundo conoce como el uso de combustibles fósiles y su emisión de gases contaminantes, sobre las cuales comienza a aceptar su responsabilidad así como a actuar para solucionarlo. Para Colombia, al cambio climático con sus temperaturas extremas, se le suma la destrucción de recursos naturales.Que hoy varios tramos del río Magdalena no sean navegables por estar en su nivel mínimo o que el río Cauca presente un bajo caudal y un grado de contaminación que amenaza la captación para abastecer de agua a Cali, son ejemplo de ello. También lo es el río Cali, cada vez más seco y afectado por la escasez que presentan las vertientes que lo alimentan desde su cuenca. En la destrucción de ecosistemas como los páramos, donde nace el 70% del agua que se toma el país, está una de las causas más graves por las que Colombia padece o padecerá racionamientos.Detener ese daño aún es posible si se actúa de forma racional y comprometida, mientras se entiende que salvar las riquezas naturales es la mejor inversión a futuro para el país. Es tiempo de diseñar políticas energéticas que prioricen para Colombia proyectos de energía limpia o sostenible como la solar o la impulsada por el viento por sobre aquellas que usan combustibles fósiles como el carbón y el gas o demandan grandes cantidades de agua para funcionar.Sin embargo, ninguna acción estatal ni política pública funcionará si cada colombiano no asume el compromiso que le corresponde y se le educa para que comprenda el valor de los recursos naturales con que cuenta la nación para que deje de arrasarlos. Actuamos todos ahora o nos preparamos para pasar de un país pletórico de agua y vida a uno seco, con sed y sin reservas ambientales a futuro.

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