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El futuro de Argentina

Unidad o desastre. Ese parece ser el desafío que enfrente Alberto Fernández, el nuevo presidente de Argentina que ejercerá su cargo a partir de mañana en medio de una crisis profunda del Estado, de la economía y de la situación social de su país.

8 de diciembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Unidad o desastre. Ese parece ser el desafío que enfrente Alberto Fernández, el nuevo presidente de Argentina que ejercerá su cargo a partir de mañana en medio de una crisis profunda del Estado, de la economía y de la situación social de su país.

Fernández fue elegido con una diferencia abrumadora frente a su contrincante, el hasta hoy presidente Mauricio Macri que buscó su reelección. Desde el principio del proceso electoral se sintió la diferencia y el rechazo a la frustración que significaron los cuatro años en los que Macri trató de cambiar el rumbo de la Argentina, aplicando políticas de choque para tratar de revertir el camino marcado por el populismo y la corrupción de la dinastía Kirchner durante doce años.

No lo logró el mandatario, a pesar de que en los inicios de su gobierno contó con la expectativa favorable del sector empresarial al cual pertenece. La realidad, cuatro años después, es cruda: una caída constante del Producto Interno Bruto que en el 2019 puede llegar a -5%, la pobreza que afecta al 35,4% de la población, el desempleo cercano al 49%, la inflación en el 47,8% en el 2018, la devaluación del 71% en los últimos tres años y una deuda pública de US$315.000 millones.

Los indicadores son abrumadores. Como lo son los fracasos de las medidas adoptadas por el gobierno Macri, llevando a una explosión social y obligando a la rectificación para atender los gravísimos problemas de los argentinos. Y que causaron la derrota rotunda frente al triunfo inobjetable y sin atenuante de Fernández y su fórmula vicepresidencial, la expresidente Cristina Kirchner.

Pasada la euforia del triunfo, lo que enfrenta el nuevo presidente es un desafío enorme, superar la crisis económica y social que padece su nación. Pero ante todo debe superar la desconfianza casi absoluta que existe tanto en el nivel internacional como en la política interna de su país. Desgastada por años de cuestionamientos su vicepresidenta, quien enfrenta diez procesos penales por corrupción en sus gobiernos anteriores se convierte también en motivo de discordia y de polarización para un gobierno que ante todo necesita tranquilizar a sus compatriotas.

La misa celebrada el pasado sábado en la Basílica de Luján, dedicada a la patrona de la Argentina, y a la cual asistieron el presidente y su sucesor por primera vez en muchos años, parece indicar que hay posibilidades de buscar la unión necesaria para superar la polarización y devolver el optimismo a un país sumido en la incertidumbre. “Un paso para construir otra política” fue la frase con la que el diario La Nación de Buenos Aires resumió el histórico gesto, el cual puede ser el punto de partida para recuperar la fe, la confianza y el futuro de un país.

Y en esa dirección, Alberto Fernández debe franquear el canto de sirena de quienes quieren encasillarlo en la pelea de la izquierda y la derecha que tanto daño le ha causado a América Latina. Ante todo es el momento de recuperar a Argentina y no permitir que las estériles batallas ideológicas le impidan cumplir la misión que debe cumplir en los próximos cuatro años.

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