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El final de ‘Uriel’

Veinticinco de sus cuarenta y un años de existencia pasó Andrés Felipe Vanegas Londoño, alias Uriel, en el Eln. El pasado domingo, cuando integrantes del Ejército lo dieron de baja en la selva, tenía a su lado hijos suyos de seis años de edad que por fortuna salieron ilesos.

27 de octubre de 2020 Por: Editorial .

Veinticinco de sus cuarenta y un años de existencia pasó Andrés Felipe Vanegas Londoño, alias Uriel, en el Eln. El pasado domingo, cuando integrantes del Ejército lo dieron de baja en la selva, tenía a su lado hijos suyos de seis años de edad que por fortuna salieron ilesos de la operación en la cual perdió la vida el jefe de la cuadrilla que azotó con saña al Chocó.

Triste tener que registrar la muerte de un colombiano como un éxito en el combate a la delincuencia que hace de las zonas más apartadas y más necesitadas de la presencia del Estado su imperio para cometer sus atrocidades. Además de manejar el narcotráfico, la minería ilegal y los cultivos ilícitos que domina el Eln en el sur del departamento del Chocó, el citado ‘Uriel’ era acusado de cometer crímenes como el secuestro, el asesinato de servidores públicos, de líderes indígenas, dirigentes sociales o gente del común que se opusiera a sus designios.

Y para completar, tenía a su disposición sofisticados sistemas para acceder al internet y desde allí manejar importantes redes de reclutamiento y terrorismo en Bogotá. Al momento de su muerte se le encontraron cinco computadores, una antena satelital y paneles solares que le aseguraban la posibilidad de comunicarse con medios de comunicación y redes sociales, desde donde se había convertido en la voz del grupo de violencia al cual le entregó su existencia.

Claro está, también tenía comunicación directa con sus jefes en La Habana o en Venezuela, a quienes obedecía en sus órdenes, a cambio de lo cual le daban pistolas especiales como premio a sus atrocidades. Y según se conoce, se regodeaba con los resultados que en materia económica le entregaba al Eln, y no propiamente por actividades políticas, sino en producción de drogas ilícitas, en asesinatos y réditos obtenidos con el secuestro de personas. Por ello gozaba del aprecio de sus cabecillas, a la vez que era considerado uno de los peores enemigos de la región que escogió para cometer sus fechorías.

Ese es el personaje que dieron de baja las Fuerzas Militares de Colombia, el cual se suma a los casi seiscientos integrantes del Eln que han sido capturados o han corrido con la misma suerte que ‘Uriel’. Es otra muestra del compromiso de las autoridades para combatir a quienes han hecho del terror y del narcotráfico un modo de vida en nuestro país, y se hacen pasar como defensores del pueblo, su disculpa para continuar cometiendo los peores crímenes contra colombianos humildes y necesitados de protección.

Durante los últimos años, la Fuerza Pública ha cumplido una labor gigantesca en defensa de los colombianos y en contra de la delincuencia. Y no obstante las al parecer sistemáticas y constantes campañas de desprestigio, o de los errores que hayan cometido algunos de sus integrantes, lo cierto es que su compromiso ha merecido el reconocimiento de una Nación que necesita superar por fin la estela de criminalidad, muerte y terror que le han marcado agrupaciones como el Eln y personajes como ‘Uriel’ y todos aquellos que han sido combatidos con éxito por las autoridades legítimas.

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