El pais
SUSCRÍBETE

El discurso de Obama

Este Obama que con el sol a las espaldas habla de luchar contra la desigualdad para los suyos y ofrece toda clase de soluciones sociales, es el mismo que mira a América Latina más como una oportunidad real y equitativa, y no como el eterno problema sin solución y destinatario de ayudas benéficas.

23 de enero de 2015 Por:

Este Obama que con el sol a las espaldas habla de luchar contra la desigualdad para los suyos y ofrece toda clase de soluciones sociales, es el mismo que mira a América Latina más como una oportunidad real y equitativa, y no como el eterno problema sin solución y destinatario de ayudas benéficas.

En la recta final de su segundo mandato, las palabras de Barack Obama en el discurso del Estado de la Nación, marcan dos mensajes. Uno, permanece vivo el espíritu renovador que le permitió llegar a la Presidencia. El otro, su propósito de dejar en marcha políticas sociales que irán más allá de su gestión. El presidente Obama hizo su pronunciamiento cuando las cifras lo respaldan como nunca en su mandato. El desempleo en Estados Unidos cayó al 5,6% y su economía creció 5% en el último trimestre. Otra cosa es la percepción de la mitad de sus conciudadanos.Para un país de clase media por excelencia, hay en sectores de esa franja de población la creencia de que las cosas han mejorado pero no tanto. Si a eso se suma la tensión racial que desencadenaron los abusos policiales, así como el cargado ambiente político de la oposición republicana y la minoría demócrata en el Congreso, a Obama le esperan dos años de grandes retos internos. A ellos se sumarán los de la política exterior, más compleja tras la oleada de atentados contra Occidente que recuerdan el 11 de septiembre de 2001, como los crímenes perpetrados por fundamentalistas en París y varios lugares del mundo.Y América Latina pareció recuperar algo de protagonismo en la agenda del Presidente. La normalización de las relaciones con Cuba, que muy rápido pasó del dicho al hecho como consta en los primeros contactos oficiales en La Habana, sumado al impulso a la reforma migratoria con la que se comprometió en su alocución, se podrían considerar como señales en tal sentido.Sin embargo, esas acciones parecen escasas frente al tratamiento distante que Estados Unidos le ha dado a la región en la historia reciente. Pero no debe olvidarse que ya se viene la campaña presidencial y Obama está jugando sus cartas para abrirle espacio a su Partido Demócrata, tratando de capturar la minoría más importante de su país, los latinoamericanos. Y de meter a sus rivales republicanos, dueños de las mayorías en el Congreso, en el dilema de aprobar sus decisiones o enfrentar la reacción electoral. Pero por algo se empieza, dicta el optimismo. Este Obama que con el sol a las espaldas habla de luchar contra la desigualdad para los suyos y ofrece toda clase de soluciones sociales, es el mismo que mira a América Latina más como una oportunidad real y equitativa, y no como el eterno problema sin solución y destinatario de ayudas benéficas. Si así fuera, las relaciones entre el gigante del Norte y sus vecinos del Sur cambiarán, acorde con los nuevos tiempos. De no ser así, será más de lo mismo. Eso sí, Obama ha enseñado algo que Estados Unidos tardó en aprender. Su futuro pasa por esos millones de latinoamericanos que viven y trabajan dentro de sus fronteras. Lo saben el Presidente, su candidata a ser sucesora, Hillary Clinton, y, cómo no, los republicanos, obligados también a mirar el futuro a través de ese cristal, quiéranlo o no, herencia de quien no desea marcharse de su cargo sin dejar huella. Y sin luchar para rescatar a su partido de la derrota frecuente.

AHORA EN Editorial