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El desafío de las invasiones

Qué se va a hacer con las invasiones actuales y cómo evitar que a futuro se sigan expandiendo sin control, son los grandes desafíos que tiene Cali.

8 de octubre de 2019 Por: Editorial .

Qué se va a hacer con las invasiones actuales y cómo evitar que a futuro se sigan expandiendo sin control, son los grandes desafíos que tiene Cali. El informe publicado el domingo por El País muestra la situación que se presenta en la capital del Valle por esas ocupaciones irregulares de tierras así como la incapacidad para hacerles frente a tiempo y evitar males mayores.

Las cifras dadas a conocer por la Cámara Colombiana de la Construcción, Camacol, son alarmantes: la cuarta parte de los caleños, 500.000 personas aproximadamente, viven en sitios de invasión. Así mismo, por 334 barrios legalmente constituidos, hay 221 asentamientos ilegales que ocupan dos mil hectáreas, de las cuales el 39% están en zonas de alto riesgo. Tan grave como ello es que si no se hace algo de inmediato, en diez años esos cinturones irregulares se extenderían otros 1,5 kilómetros hacia las laderas, el Oriente y las zonas de expansión en el sur de la ciudad.

Los orígenes de las invasiones se conocen con suficiencia y en gran parte tienen que ver con el abandono al que el Estado ha sometido siempre al suroccidente del país y a su litoral Pacífico. Eso se ha traducido en migraciones constantes hacia la principal ciudad de la región en busca de oportunidades o de refugio. Ahora hay un ingrediente adicional y es la diáspora de venezolanos, que según el Gobierno Nacional hasta julio del presente año había llevado a 48.867 ciudadanos de la nación vecina a asentarse en Cali, aunque extraoficialmente se habla de 80.000.

Así, con la llegada de inmigrantes en busca de protección y oportunidades se han hecho las invasiones en la capital del Valle. Una hipertrofia que causa emergencias toda vez que la ciudad no alcanza a atender la demanda en servicios públicos, educación, salud, empleo y en seguridad para todos. Es lo que ha sucedido en las últimas cuatro décadas, cuando la invasión construyó otra ciudad. Por ello, que el Dane diga que hoy vive menos gente en Cali parece una insensatez.

Cuando se descubre la expansión de los asentamientos irregulares, se explican por ejemplo por qué se han incrementado los incendios forestales en las laderas. Ese es el primer paso para invadir, con el convencimiento por un lado de que el Estado es incapaz de protegerlos y por el otro que la legislación les da garantías porque los toma como víctimas.

La verdadera víctima, es Cali cuyos recursos públicos no alcanzan para cubrir la demanda, su sistema de transporte no da abasto y no puede garantizar la seguridad de sus habitantes. Esa limitación, sumada a la posición del centralismo frente al problema, desencadenará problemas más graves para los caleños y para todo el país.

La realidad es que Cali se ha convertido en la capital de la frontera entre el país formal y aquel que padece el abandono, la violencia generada por el narcotráfico y por la incapacidad del Estado colombiano para afrontarlos. Es por eso que hoy es una ciudad de la que no se sabe su tamaño real ni el número de sus habitantes y lo más grave, cómo puede enfrentar el desafío que significan las invasiones actuales y las que están por llegar.

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