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El desafío de China

Esa ley de seguridad para Hong Kong y su desarrollo indican el propósito de China de expandir su cada vez más impresionante poderío bélico, económico y político, mientras Occidente muestra su fractura para defender las libertades y la democracia.

5 de julio de 2020 Por: Editorial .

Cumplido el formalismo de crear una ley para abolir el derecho a la protesta en Hong Kong, China sigue dando pasos en firme para convertirse en uno de los más prominentes factores de poder en el mundo del Siglo XXI. Y frente a esa realidad, Occidente demuestra también la falta de acuerdos para responder los desafíos de Xi Jinping, presidente y absoluto controlador de una de las naciones más grandes del planeta.

La ley desconoce de manera abierta el tratado firmado hace 23 años mediante el cual Gran Bretaña devolvió a China la colonia de Hong Kong. En ese acuerdo que debería tener una vigencia de cincuenta años, la potencia asiática se comprometía a respetar una especie de autonomía de las autoridades del archipiélago hongkonés, enclave del capitalismo que reconoció el mando del presidente chino mientras mantenía las libertades democráticas de sus habitantes.

Ahora, lo que se impone es el totalitarismo encabezado por Xi, en el cual no se permite la oposición y mucho menos la crítica. La ley de seguridad nacional para Hong Kong, aprobada por la Asamblea Nacional de China ordena que actos como “incitar al odio del gobierno central”, dañar las instalaciones públicas de transporte publico las cuales son calificadas como terrorismo y otras tantas acciones que desconozcan la autoridad de China, serán juzgados por Beijing y sus autores podrán ser extraditados.

Además de crear una comisión de seguridad nacional, le entrega a ella todas las atribuciones posibles para acorralar a los autores de esas conductas. Es una comisión independiente del gobierno regional que puede incluso perseguir la libertad de expresión en internet, obligando a sus operadores a entregar toda la información sobre sus usuarios, lo que ya está generando una desbandada de dirigentes opositores.

Y para completar su control sobre la nueva realidad, el régimen chino nombró un Jefe de Seguridad conocido por su mano dura en la represión contra algunos brotes de inconformismo en la provincia de Cantón. Es decir, aquello de la autonomía de Hong Kong, empieza a ser cosa del pasado, veintisiete años antes de que se cumpliera el plazo del acuerdo firmado con el Reino Unido.

La reacción de Occidente es tímida. Estados Unidos suspendió una ley que le otorgaba prerrogativas económicas y políticas especiales a Hong Kong, medida esperada pues con el cambio que se produce en la excolonia inglesa sería como extender esos privilegios a China Continental. Y, hasta ahora, la ONU no aparece y Europa y la Otan apenas han emitido comunicados que condenan la maniobra con la cual Xi Jinping desconoce el acuerdo de 1997.

Esa ley de seguridad para Hong Kong y su desarrollo indican el propósito de China de expandir su cada vez más impresionante poderío bélico, económico y político, mientras Occidente muestra su fractura para defender las libertades y la democracia. Es el escenario de la nueva política mundial que regirá en el presente siglo, marcada por la consolidación de un régimen basado en el capitalismo de Estado, en el partido único y en la proscripción de la oposición, la crítica y las libertades.

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