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El deber de votar

Es el ciudadano el que hoy tiene la posibilidad de decidir para dónde van sus instituciones. Por eso hay que llamarlo a que participe en las elecciones.

27 de octubre de 2019 Por: Vicky Perea García

Cada cuatro años, los ciudadanos tienen la oportunidad de renovar sus administraciones municipales y departamentales mediante el voto. Además de hacer uso de su derecho a elegir y ser elegidos, con su presencia en las urnas refrendan su compromiso con la democracia.

La decisión que tome la mayoría definirá quiénes dirigirán las instituciones de gobierno más cercano a los colombianos y quién controlará su actuación desde los concejos y las asambleas. Son ante todo entidades administrativas destinadas a solucionar los problemas de los habitantes de barrios, veredas y corregimientos que forman las células de la Nación.

Pero ese propósito está cada vez más amenazado por los vicios que crecen en la política, los cuales han desvirtuado el papel de los partidos como garantes de la transparencia y del compromiso, dando paso a la política que tolera y hasta promueve la corrupción. Es la compra de votos, la trashumancia de electores y la manipulación de la voluntad popular que reemplazan el debate amplio de las ideas y de las propuestas.

Y está también la violencia que crece, ya no como producto de una bandería política o de un sectarismo por fortuna superado. Esa amenaza se suma a la abstención, el gran enemigo de la legitimidad. A pesar de los esfuerzos que se ven en los municipios y departamentos que constituyen la geografía política del país, son más los ciudadanos que no participan en una de las decisiones más importantes para nuestra democracia.

Para realizar su labor, quienes resulten elegidos deberán administrar más de cien billones de pesos cada año. Desde grandes urbes como Bogotá o Cali, hasta pequeñas localidades de menos de mil habitantes, ese tejido se encarga de administrar los dineros que generan sus impuestos hasta las transferencias del presupuesto nacional, la mayor proporción de sus ingresos.

Allí está la importancia de la decisión que tomen los votantes, y el motor del cambio que necesita el país. Debe quedar claro que al no ejercer el derecho a elegir se imponen las minorías que viven del clientelismo; las que van detrás de los cargos y los recursos públicos para tomárselos y comprar el control político que deben ejercer los concejales y diputados.

En el pasado, el Valle ha sido víctima de esa mala práctica. El resultado es su pérdida de importancia en el concierto nacional y de su credibilidad frente a los vallecaucanos, lo que a su vez impide que la Nación asuma sus responsabilidades en los problemas de la región. En cuanto a Cali, el daño se refleja en el crecimiento de sus problemas y sus limitaciones para atenderlos.

Toda esa herencia es la que hay que cambiar. Para ello está el voto libre y consciente que debe reorientar una política en la cual se han venido imponiendo empresas electorales que manejan caudas de electores y desconocer el interés común de nuestra sociedad.

Es el ciudadano el que hoy tiene la posibilidad de decidir para dónde van sus instituciones. Por eso hay que llamarlo a que participe en las elecciones. Es la oportunidad de expresar lo que todos queremos de nuestros gobiernos locales y departamentales. Por eso, hay que votar.

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