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El chantaje en acción

Así los delegados del ELN en Quito traten de matizarlas, las declaraciones del comando central de ese grupo le hacen un grave daño al propósito de tener unas negociaciones serias que produzcan beneficios. Y ante todo, vuelven a poner en cero la credibilidad de un esfuerzo que antes ha fracasado en múltiples oportunidades y por causas semejantes.

17 de abril de 2017 Por: Editorial .

No bien se terminó a primera ronda de conversaciones en el Ecuador, cuando el comando central del ELN regresó a sus amenazas contra los colombianos. Así su delegación de negociadores le hayan salido al paso a los jefes de esa guerrilla, tratando de matizar lo que es una nueva declaración de violencia, lo cierto es que se insiste en usar la declaración pública de chantajes para tratar de conseguir concesiones y prebendas.

La declaración del comando de ese grupo es la negación rotunda de las palabras que en el comunicado conjunto con la delegación del Gobierno hablaba de aceptar el Derecho Internacional Humanitario. Ahora, y según sus cabecillas, el ELN está decidido a seguir “sus propias normas” y a pasar por alto esa declaración. Es decir, a secuestrar, a extorsionar, a continuar desconociendo los Derechos Humanos, sintiéndose “con el derecho a financiar nuestras actividades revolucionarias”.

Querrán decir que consideran revolucionario el aumentar su participación en el narcotráfico aprovechando el retiro de las Farc de algunas zonas antes bajo su control. Y consideran su derecho seguir produciendo desplazamientos como los que ocasionaron en el Chocó en su empeño por consolidar su poder en el Pacífico, sin importar que esas actividades no tengan nada de revolucionarias.

Así, el ELN, o su Comando Central, le asesta un nuevo golpe a la credibilidad de un proceso que además de dispendioso porque complica la forma de adelantar el diálogo, ha sufrido demasiados inconvenientes. Son obstáculos nacidos de su obsesión por mostrarse en igualdad con el Estado Legítimo y por hacer exigencias que desconocen las realidades del país.

Según los anuncios de los negociadores, el próximo 3 de mayo se iniciará una nueva ronda de conversaciones en Quito y rodeadas de los países que se han ofrecido como facilitadores. La pregunta es si con esa declaración de guerra, no contra el Estado o la Fuerza Pública sino contra toda la Nación a la cual declara de nuevo como objetivo militar, puede hablarse de sinceridad en la búsqueda de un acuerdo de paz y de compromiso con la negociación como el vehículo para cesar una violencia inútil y fratricida que supera ya los cincuenta años.

Para el colombiano común y corriente no parece ser así. Lo que está viendo es la forma en que el ELN se está convirtiendo en una federación que trata de ampliar su dominio sobre toda la cadena de producción del narcotráfico, lo cual combina con el secuestro y el terrorismo para obtener rendimientos económicos. De ahí que su interés no esté en reducir sus actos de terror como gesto de buena voluntad que facilite el respaldo del país a la negociación, sino en amedrentar y causar zozobra, como si con ello fuera a lograr imponer sus designios.

Así los delegados del ELN en Quito traten de matizarlas, las declaraciones del comando central de ese grupo le hacen un grave daño al propósito de tener unas negociaciones serias que produzcan beneficios. Y ante todo, vuelven a poner en cero la credibilidad de un esfuerzo que antes ha fracasado en múltiples oportunidades y por causas semejantes.

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