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El caos en el Brasil

"Por donde se le mire, Brasil hace agua. Las fracturas de la institucionalidad son cada vez más visibles en la lucha del gobierno por no hundirse y de la oposición por terminar de arrinconarlo".

10 de mayo de 2016 Por:

"Por donde se le mire, Brasil hace agua. Las fracturas de la institucionalidad son cada vez más visibles en la lucha del gobierno por no hundirse y de la oposición por terminar de arrinconarlo".

A menos de 48 horas de que el Senado de Brasil diera vía libre al juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, el inesperado cambio en la presidencia de la Cámara por la suspensión de su titular cambió el panorama. Sin embargo, en vez de aclararlo lo enredó aún más, aumentando la incertidumbre del país más grande de Suramérica.Por donde se le mire, Brasil hace agua. Las fracturas de la institucionalidad son cada vez más visibles en la lucha del gobierno por no hundirse y de la oposición por terminar de arrinconarlo. Y la economía sigue cuesta abajo. El retroceso del 3,45% previsto para este 2016, del que cada vez más resulta difícil escapar, significará dos años consecutivos de recesión. Y cuando ya se esperaba la suspensión y el juicio de la Presidenta, el Tribunal supremo ordenó la suspensión de Eduardo Cunha, presidente de la Cámara y uno de sus más importantes contradictores. Su remplazo provisional procedió entonces a detener la acusación aprobada por la mayoría de la Cámara, lo cual crea un enigma aún más grande sobre la suerte de la Mandataria. En teoría, la probable ausencia inicial de 180 días de la Presidenta para someterse al escrutinio del Congreso, no debería generar vacíos de poder. Según la Constitución, su sucesor provisional sería el vicepresidente Michel Temer, tan cercano ayer a Dilma en la alianza que la reeligió como distante hoy, como su enemigo y promotor del juicio. Aunque la acusación versa sobre un posible mal manejo del presupuesto, el telón de fondo es la corrupción que se ha descubierto, en la cual están involucrados desde el expresidente Luis Inacio Lula Da Silva y los dirigentes del Partido de Los Trabajadores hasta empresarios de gran poder. Todos están acusados de sobornos, enriquecimientos ilícito y de toda suerte de delitos contra la confianza pública y el patrimonio del Brasil.Y a la oposición no le va mejor. Eduardo Cunha, el hombre que a la cabeza de la cámara de diputados ha empujado la salida de Rousseff, fue suspendido por el escándalo de Petrobras, amén de “intimidar parlamentarios, reos, testigos y otros agentes públicos” que investigaban posibles coimas de cinco millones de dólares, presuntamente ocultos en bancos suizos. Su sucesor Waldir Maranhão, también aparece relacionado en el caso. El vicepresidente Michel Temer no escapa a los mismos temores. La Justicia busca dar con pruebas que confirmen que su partido, el Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb), recibió sobornos de Petrobras y lavó dinero en el exterior, tras sacarle jugo a contratos de infraestructura y negocios sobre refinerías por unos 10,8 millones de dólares. Todo es un caos en la política del Brasil. Y con el paso de los días, los hechos siguen destruyendo la credibilidad del Gobierno, mientras la Justicia actúa y el presidente del Senado se niega a detener el juicio programado para mañana. A pesar de la suspensión ordenada por el presidente de la Cámara, el Senado resolverá mañana la gran pregunta si enjuicia a la presidenta Dilma Rousseff. Pero nadie sabe a ciencia cierta qué le espera a Brasil.

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