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El Camino de la Anaconda

La Amazonia no conoce de fronteras ni de líneas divisorias. Es un todo que atraviesa naciones, conecta culturas y conforma el eje natural en el que se soporta la preservación ambiental del continente e incluso del Planeta.

29 de septiembre de 2017 Por: Editorial .

La Amazonia no conoce de fronteras ni de líneas divisorias. Es un todo que atraviesa naciones, conecta culturas y conforma el eje natural en el que se soporta la preservación ambiental del continente e incluso del Planeta. Sobre esa perspectiva se debe cimentar su protección.

Ahora, cuando se hace evidente el daño al medio ambiente y sus consecuencias en el clima, es necesario mirar hacia la gran cuenca del Amazonas. Esas 200 millones de hectáreas de bosques que atraviesan ocho naciones, donde se calcula que hay 600 millones de árboles actuando como pulmones que procesan los gases dañinos de la atmosfera, tienen que conservarse.

En particular, América del Sur necesita que su gran reserva se mantenga tal como está hoy o que vuelva a ser la de hace unas décadas cuando la intervención humana no la mantenía en constante amenaza. Ello es indispensable incluso para mantener el triunvirato que conforma el Amazonas con el Océano Atlántico y la Cordillera Los Andes y que da origen a la mayor industria de producción de agua para esta parte del continente.

Hoy esa sociedad ecológica tambalea porque se está perdiendo la conexión que permite a los árboles amazónicos absorber 200 billones de toneladas de agua que viajan desde el Atlántico, convertirlos luego en nubes de vapor por efecto del calor y que por acción del viento se desplacen e irriguen en forma de lluvia a Los Andes, desde Chile hasta Colombia. Sin eso, los nacimientos y las fuentes hídricas no pueden alimentarse, lo que llevará inevitablemente a que las poblaciones sufran de sed, como ya se ha visto en Sao Paulo, Brasil.

Ahí está una de las mayores urgencias para que al fin se concrete la propuesta de un corredor ecológico regional que lleva 30 años sobre el escritorio. La Fundación Gaia Amazonas, con el apoyo del gobierno colombiano, impulsa hoy la iniciativa de lo que se ha llamado el Camino de la Anaconda, que pretende preservar la conexión natural que hay entre el Océano Atlántico, la Amazonia y Los Andes.

Para lograrlo es necesario que las ocho naciones amazónicas junto con Chile, Bolivia y ojalá el resto de países suramericanos, trabajen unidos, con un mismo objetivo y sobre planes que incluyan a todos los gobiernos. En ello es oportuno involucrar también a los 30 millones de personas que viven en la región Amazónica, a los 385 resguardos indígenas asentados en ella y a las comunidades que indirectamente se benefician.

De manera individual ya se adelantan esfuerzos de conservación importantes, en algunos casos con mejores resultados que otros. Sin embargo ahí siguen enemigos letales como la tala de árboles, que en el caso colombiano significó en el 2016 perder 70.074 hectáreas de bosques amazónicos, o la minería ilegal que contamina ríos y arrasa ecosistemas. Incluso decisiones como la de Brasil de otorgar licencias mineras en su cuenca del Amazonas amenazan la protección.

La labor es ardua y requiere del máximo esfuerzo político y económico para concretar este corredor suramericano. Ya es tiempo de saber si existe la voluntad y la intención de todos para lograrlo.

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