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El cambio climático

En este mes de noviembre, cuando la temporada de huracanes en el Atlántico y el Caribe debería estar llegando a su fin, la furia de la naturaleza sigue siendo una amenaza. Eso, se acepte o no, es otra muestra de los efectos que tienen el cambio climático en el planeta.

13 de noviembre de 2020 Por: Editorial .

En este mes de noviembre, cuando la temporada de huracanes en el Atlántico y el Caribe debería estar llegando a su fin, la furia de la naturaleza sigue siendo una amenaza. Eso, se acepte o no, es otra muestra de los efectos que tienen el cambio climático en el planeta.

Oficialmente, el 2020 se ha convertido en el de mayor número de tormentas tropicales y huracanes de la historia reciente. Van 30, cuando el récord estaba en 28 durante el 2005, y hace rato se pasó a la nomenclatura en latín porque se acabaron los nombres asignados para los fenómenos que ocurrieran este año. Además, como pocas veces sucede, uno de esos ciclones, el ETA, transitó muy cerca al archipiélago de San Andrés y Providencia causando destrozos e inundaciones, arrasó poblaciones de Nicaragua, Honduras y Guatemala, se desplazó a México y tocó la Florida. 200 personas muertas, además de los daños materiales, es el saldo hasta ahora.

No solo es la temporada de huracanes la que confirma cómo está afectando a la naturaleza y al mundo el cambio climático. Por ejemplo el verano de este año fue atípico en el Valle del Cauca, con temperaturas más bajas de lo normal y lluvias continuas, mientras que la temporada invernal, en la que se pronosticaba en un 70% que aparecería el fenómeno de La Niña, ha sido de escasas precipitaciones y lo que se tiene es una temporada seca.

Mientras esas variaciones ocurren y cada vez es más difícil prever o acertar sobre lo que pasará con el clima o con los fenómenos naturales, la humanidad pareciera estar de espaldas a la realidad, no sabe cómo afrontarla ni acepta su responsabilidad. Los compromisos se quedan solo en el papel, acuerdos como el de París, firmado hace ya cinco años, no tienen mayor trascendencia, no hay acciones decididas que detengan el cambio climático ni mucho menos que reversen sus efectos, mientras el mundo va camino al desastre.

Porque lo más preocupante es el futuro en el planeta. La utopía es pensar que se podrá mantener la meta de evitar que la temperatura en la Tierra aumente más de dos grados centígrados o que al fin se conseguirá que los países más contaminantes reduzcan sus emisiones. Si no se cree en lo que pasa mucho menos se tendrán medidas reales para contrarrestar este calentamiento o para que la capa de ozono no se siga deteriorando o el nivel del mar no se eleve desapareciendo ciudades costeras o islas completas.

El próximo año, por esta época, probablemente estaremos contando que ya no fueron 30 sino 32 o 34 huracanes, que la temporada se alargó más allá de lo predecible y que esos ciclones llegaron con más ímpetu que nunca. Y seguramente hablaremos de un verano en el que se presentaron temperaturas inimaginables o que el invierno se prolongó provocando inundaciones y deslizamientos que obligaron al mayor desplazamiento humano.

Lo peor estará por llegar si no se toman medidas de inmediato para reducir el impacto del daño al medio ambiente, si unos cuantos se empeñan en negar lo que sucede con la intención de defender intereses económicos y particulares o si no tomamos conciencia de que solo depende de nosotros frenar esta loca carrera hacia el abismo climático.

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