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Diálogos imposibles

Así las cosas, puede decirse que lo que ha sucedido no es un cambio en la posición frente al ELN debido al relevo en la Presidencia de la República sino la ratificación de la arrogante estrategia del grupo armado ilegal que hace imposible continuar con unos diálogos que no conducen a nada.

16 de octubre de 2018 Por: Editorial .

Ante el comunicado enviado por el ELN sobre un cese el fuego bilateral con las Fuerzas del Estado, la respuesta del presidente Iván Duque fue la esperada. Ya no es tiempo para seguir exigiendo rendiciones a las autoridades mientras se continúa la estrategia de atacar, secuestrar, cometer delitos y usar la frontera como puerta de escape, aprovechando la protección del gobierno de Venezuela.

Han sido muchos los intentos por encarrilar una negociación con ese grupo de casi todos los presidentes de Colombia en las últimas tres décadas. El último de ellos alcanzó un nivel de solemnidad que llevó a pensar en una posibilidad seria, acompañada por la comunidad internacional, con equipos negociadores y agendas de trabajo que hicieron suponer en que esta sí podía ser la oportunidad de lograr la paz con el ELN.

El entonces presidente Juan Manuel Santos se armó de paciencia para ir tejiendo los hilos de un proceso difícil y complejo, dados los antecedentes de una agrupación que se empeña en igualar al Estado con ella y en practicar toda suerte de delitos como si tuviera alguna legitimidad. El resultado, según lo expresado por el presidente Duque fueron 430 actos criminales desde febrero de 2017 en los cuales cien personas perdieron la vida.

Como lo dijo el Primer Mandatario, eso no es una demostración de voluntad de paz. Debería agregarse que es más una manera de usar los diálogos que generosamente se le ofrecieron para escalar la violencia contra la Nación, aliarse con la delincuencia común y generar el enriquecimiento a partir del narcotráfico, la minería ilegal, el secuestro, la extorsión y el chantaje a los colombianos.

Ahora hay otro elemento más grave: es la confirmación de la relación directa del ELN con el gobierno de Venezuela que hasta hace poco era uno de los países garantes de los diálogos que empezaron en Caracas, siguieron el Ecuador y terminaron en Cuba, cuando el presidente Lenín Moreno retiró a su país del proceso. Tal confirmación puede encontrarse en la defensa que del gobierno venezolano hace el comunicado y en las relaciones que mantienen en la zona del Catatumbo y en el interior del país vecino para explotar el narcotráfico.

Así las cosas, puede decirse que lo que ha sucedido no es un cambio en la posición frente al ELN debido al relevo en la Presidencia de la República sino la ratificación de la arrogante estrategia del grupo armado ilegal que hace imposible continuar con unos diálogos que no conducen a nada. Y que es deber de las autoridades enfrentar con la Fuerza legítima a la que es hoy la organización que amenaza la vida y la tranquilidad de los colombianos.

No es pues el momento para dividir la opinión pública entre los partidarios de esos diálogos estériles que se quedaron sin contenido por la persistencia del ELN en la violencia y quienes piden la guerra, lo cual no es cierto. Por el contrario, es el tiempo para reconocer el deber del Estado de actuar para proteger al país de la amenaza que significa ese grupo, su voraz avance delictivo en muchas partes de nuestra geografía y su asociación con la dictadura de Venezuela.

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