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¿Diálogo sin futuro?

Colombia no puede seguir expuesta a la violencia del ELN mientras el Gobierno muestra voluntad e intención de llegar a un acuerdo para construir la paz.

4 de enero de 2017 Por:

Colombia no puede seguir expuesta a la violencia del ELN mientras el Gobierno muestra voluntad e intención de llegar a un acuerdo para construir la paz.

Comienza el 2017, y para el ELN las cosas no parecen cambiar en los últimos cincuenta años. Ni siquiera las generosas demostraciones de buena voluntad que les ha hecho el Gobierno por múltiples canales han servido para que sus dirigentes cambien su actitud y permitan el inicio de unos diálogos serios, dirigidos a terminar con la violencia que tienen como su razón de ser.No hay nada de político en mantener cautivos a Odín Sánchez y a cientos de colombianos, rehenes del interés de riqueza y de la intención de mostrar una fortaleza que no existe en las menguadas fuerzas del último grupo guerrillero existente en Colombia. Ese despreciable menosprecio por la vida de Sánchez, por su dignidad de ser humano y sus necesidades, son la prueba de la ausencia total de argumentos para mantener una supuesta lucha armada en pro de la libertad y la democracia. Sin embargo, no parece haber poder humano para hacerles entender que su intención de mantener al pueblo colombiano como objetivo militar y económico no lo acepta nadie ya en el mundo; que sus ataques terroristas contra la Policía Nacional sólo despiertan repudio y exigencias de mano dura para castigar a los asesinos que ponen bombas o usan francotiradores en zonas remotas de la geografía nacional.Tampoco parece fácil hacerles comprender que es imposible aceptar los atentados contra la infraestructura petrolera, víctima tradicional del chantaje y la extorsión del ELN. Y que sus alianzas con el narcotráfico o con los explotadores de la minería ilegal obligan también a exigir respuestas de las autoridades.Ninguno de esos son delitos políticos, y parecen más bien actos de grupos independientes que obran bajo una sigla pero son movidos por intereses disímiles. Lo que muestran entonces es una falta de cohesión, que explica el porqué es tan difícil iniciar el diálogo a pesar de las condiciones aceptadas por las partes y firmadas en Caracas, Venezuela, hace ya diez meses. No hay pues un solo síntoma de que la solución negociada y pacífica esté cerca con el ELN. Nada que dé a entender un cambio en la mentalidad de quienes iniciaron su movimiento al amparo del castrismo cubano y hoy parecen una ínsula aislada, aferrada al terror y a la violencia como forma de vida y de protagonismo.El Gobierno, la Iglesia Católica, decenas de países, los organismos internacionales e incluso los compañeros de su ideología marxista, les han mostrado a los integrantes de esa guerrilla la inutilidad de continuar en armas, atacando a los colombianos y delinquiendo sin sentido distinto al afán de lucro que mueve a muchos de sus integrantes. ¿Por qué es tan difícil para ellos aceptar esta oportunidad?Entre tanto, las autoridades deben tomar nota y actuar en consecuencia, asumiendo las acciones terroristas y el secuestro continuado de Odín Sánchez y cientos de personas más como la notificación de las intenciones que tiene la contraparte en un diálogo que no parece tener futuro. Colombia no puede seguir expuesta a la violencia del ELN mientras el Gobierno muestra voluntad e intención de llegar a un acuerdo para construir la paz.

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