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Después de las elecciones

No habrá entonces esa unión a la que Trump llamó en sus trinos mañaneros. Lo que sí se producirá es la confrontación en la que él se siente ganador.

7 de noviembre de 2018 Por: Editorial .

La primera decisión del Presidente de los Estados Unidos una vez conocidos los resultados de las elecciones celebradas el pasado martes fue despedir al Fiscal General. Señal clara de lo que seguirá después de que el Partido Demócrata obtuviera las mayorías en la Cámara de Representantes y su partido el Republicano conservara las del Senado.

La tarea de definir quién ganó y quién perdió es difícil, en la medida en que esas elecciones no sirven para establecer si los estadounidenses respaldan o no a Donald Trump como su presidente. Como ocurrió en las elecciones que lo llevaron a ese cargo, cuando ganó a pesar de tener tres millones quinientos mil votos menos que su rival Hillary Clinton, ahora su partido recibió menos respaldos que los demócratas, a pesar de lo cual obtuvo la mayor cantidad de gobernaciones y mantuvo los mismos senadores, mientras los demócratas redujeron su participación.

Esas son las paradojas que con frecuencia ofrece la política en los Estados Unidos. Lo que sí es cierto es que a partir de ahora, el partido de la oposición se podrá atravesar a las iniciativas del gobierno, como les sucedió a sus antecesores Barack Obama o George W. Bush. Y podrá impulsar las investigaciones o acusar al presidente por hechos como las relaciones de la campaña presidencial y de la familia Trump con Rusia.

Así cambia la política, y se produce el contrapeso con el cual el Congreso cumple su papel en una democracia donde el parlamentarismo tiene una importancia fundamental. El sólo hecho de perder las mayorías en la Cámara implicará que ella no se plegará a las razones partidistas que demoraban los procedimientos contra Trump, además de darle un gran impulso a las investigaciones que adelanta el fiscal especial Robert S. Mueller.

Por ello fue retirado el fiscal general Jeff Sessions quien se negó a limitar o a impedir que Mueller cumpla su cometido, a pesar de ser el primer legislador republicano que apoyó al hoy presidente. Es la preparación de la batalla que sigue para Donald Trump, especialista en la controversia que le genera protagonismo y con la cual tratará de establecer las nuevas relaciones con los demócratas después de un resultado que parecía cantado.

No habrá entonces esa unión a la que Trump llamó en sus trinos mañaneros. Lo que sí se producirá es la confrontación en la que él se siente ganador. Y aumentarán también sus invocaciones al nacionalismo, a su inocultable racismo y a la confrontación con la prensa, de lo cual dio ejemplo en su primer encuentro con ella en la Casa Blanca después de las elecciones, donde silenció a un reportero de la cadena CNN por hacerle preguntas que no le gustaron.

Y el mundo político de los Estados Unidos continuará dividido como siempre lo ha estado entre demócratas y republicanos, la mejor prueba de la solidez de la democracia en ese país. Lo que sigue es esperar la eterna disputa de Trump con sus contradictores, sus descalificaciones a la prensa libre y el aislamiento creciente de un presidente que pretende seguir siendo famoso aunque le sea cada vez más difícil gobernar o convocar loa unión de sus compatriotas.

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