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De incendios e invasiones

Lo mismo está pasando en la Buitrera, o en Golondrinas, o en el Aguacatal. Según el informe que publica hoy El País, éste año se han producido 511 incendios que han devastado casi dos millones de metros cuadrados. Un récord lamentable y amenazante que no parece despertar la sensibilidad de los caleños sobre el peligro que representa para su seguridad y su calidad de vida.

26 de agosto de 2012 Por:

Lo mismo está pasando en la Buitrera, o en Golondrinas, o en el Aguacatal. Según el informe que publica hoy El País, éste año se han producido 511 incendios que han devastado casi dos millones de metros cuadrados. Un récord lamentable y amenazante que no parece despertar la sensibilidad de los caleños sobre el peligro que representa para su seguridad y su calidad de vida.

Contra todas las recomendaciones sobre el peligro que representan los incendios forestales para Cali, su incremento constante se ha convertido en una amenaza que ya llega casi a las puertas de las casas asentadas en las zonas de ladera. Es el anuncio de lo que los caleños estamos a punto de desencadenar en nuestra ciudad si no tomamos conciencia de nuestra responsabilidad con el medio ambiente. Las últimas semanas se produjeron dos incendios de dimensiones alarmantes, no sólo por sus dimensiones sino también por la zona que afectaron. El primero ocurrió en inmediaciones de la populosa comunidad de Altos de Menga, donde habitan más de 50.000 personas. Allí, las llamas para disponer de basuras desencadenaron un incendio que puso en peligro las viviendas e incluso la integridad de sus moradores.El martes pasado, el mismo fenómeno se extendió por la zona de El Mortiñal, amenazando a más de 100.000 personas y a viviendas de todos los estratos socioeconómicos. Por supuesto que en el desencadenamiento de las conflagraciones está como causa el llamado cambio climático y el fenómeno del niño. Pero echarle la culpa a la naturaleza es una excusa que trata de ocultar el daño que le causa al medio ambiente la ambición por tierra para invadirla.Es la constante de una ciudad que impasible ha visto cómo se repite por años un proceso destructivo: se incendia para desaparecer los bosques y sobre la tierra ya desnuda se instalan decenas de invasiones, promovidas por el afán de lucro que se disfraza con la solución a los dramas que genera la pobreza.Así, además de crear un problema social que crece ante la limitación de recursos de las administraciones para llevar servicios a las invasiones, se destruye de manera irremediable la naturaleza. Es lo que sucedió en Aguablanca, donde, por fortuna, el Municipio fue capaz de resolver gran parte de las necesidades. Ahora, el problema se extiende por la ladera de la cordillera occidental, donde cientos de miles de personas se agolpan en condiciones precarias, pero ya no existen los recursos necesarios para atender sus demandas.No obstante, las invasiones siguen, precedidas de incendios que destruyen las cuencas hidrográficas de los ríos, como ocurrió en El Saladito, donde la invasión fue desalojada con rapidez.Lo mismo está pasando en la Buitrera, o en Golondrinas, o en el Aguacatal. Según el informe que publica hoy El País, éste año se han producido 511 incendios que han devastado casi dos millones de metros cuadrados. Un récord lamentable y amenazante que no parece despertar la sensibilidad de los caleños sobre el peligro que representa para su seguridad y su calidad de vida.Sin duda, el cambio climático está aumentando las posibilidades de desastres naturales, como la sequía y el calor, con lo cual crece el riesgo de incendios. Pero nadie puede negar que las conflagraciones se inician por la mano del hombre, sea por acción o por omisión.Por eso, Cali tiene que despertar y asumir la responsabilidad que le corresponde en defensa de su medio ambiente y frente a quienes hacen de los incendios y la invasión un negocio lucrativo y, al parecer, tolerado.

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