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De admirable a cuestionado

Hoy se inicia una nueva legislatura. Y por lo que se conoce, está afectada de temores del Gobierno sobre lo que suceda con sus propuestas, ante el cambio que produjo en el Congreso su reacción contra la malhadada reforma a la Justicia.

20 de julio de 2012 Por:

Hoy se inicia una nueva legislatura. Y por lo que se conoce, está afectada de temores del Gobierno sobre lo que suceda con sus propuestas, ante el cambio que produjo en el Congreso su reacción contra la malhadada reforma a la Justicia.

Hace un año y al terminar la legislatura, el entonces Ministro del Interior y la Justicia declaró Congreso Admirable al Legislativo. Hoy, y después de los bochornosos sucesos que rodearon la abortada reforma a la Justicia, ese mismo Congreso tiene la obligación de reivindicarse ante la sociedad para recuperar su credibilidad. Con seguridad, no existe en el mundo un cúmulo de cambios a la Constitución como el que se ha producido en Colombia desde su entrada en vigencia en 1991. Es como si la culpa de los males que padece la Nación estuviera en las leyes y no en las actitudes. O como si la panacea estuviera en cambiar las normas al capricho del momento. O como si la corrupción y la criminalidad se pudieran resolver legislando. Lo cual explica en gran parte la importancia del Congreso. Lo curioso de esa actitud es que la mayoría de los cambios tienen que ver con el funcionamiento de los partidos y de la política. Fue lo que ocurrió en el último año, cuando la que fue presentada por el Gobierno como la solución a los problemas de la Justicia no obstante su clara intención de resolver problemas de mecánica política entre los tres poderes que conforman el Estado, terminó convertida en un festín grotesco que producía crisis peores en materia de impunidad, además de crear absurdas prebendas rechazadas con energía inusitada por la opinión pública. Todo ello fue posible porque en el año del Congreso Admirable de que habló el exministro Germán Vargas Lleras se tramitó con velocidad y sigilo una de las tantas enmiendas. Pero no una cualquiera: fue la reforma que abolió la prohibición a los congresistas de legislar en causa propia. Allí, y no en los ‘micos’ incluidos a última hora por una comisión de conciliación entre el Senado y la Cámara de Representantes sobre la frustrada reforma a la Justicia, estuvo el germen del desastre que ha generado la indignación y el rechazo de los colombianos. Hoy se inicia una nueva legislatura. Y por lo que se conoce, está afectada de temores del Gobierno sobre lo que suceda con sus propuestas, ante el cambio que produjo en el Congreso su reacción contra la malhadada reforma a la Justicia. Se sabe entonces que la Unión Nacional, coalición que agrupa la inmensa mayoría de los partidos y los congresistas, está golpeada por la desconfianza entre el Legislativo y el Ejecutivo, ante lo cual no llegarán, por ahora, proyectos como la reforma tributaria, o los cambios que reclama la delicada situación de la salud. Pero, ante todo, la legislatura estará afectada por la desconfianza de la Nación y el temor de que la posibilidad de legislar en causa propia vuelva a inundar de ‘micos’ y decisiones inconvenientes la labor del Congreso, pilar de la democracia y reflejo de Colombia. En las manos de los legisladores estará entonces la posibilidad de rescatar la credibilidad y la imagen positiva que se perdió. Es el momento de volver a la política de altura y de principios, hoy perdida en la inveterada costumbre de cambiar las leyes de espaldas a la Nación y pensando en intereses egoístas que no resuelve los problemas pero sí minan la fe en la democracia.

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