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Cuestión de fe

"De acuerdo con la actitud tranquila del presidente Juan Manuel Santos, él cree en la promesa de Hugo Chávez de impedir la presencia de guerrilleros, narcotraficantes y toda suerte de delincuentes que atentan contra la seguridad de Colombia".

29 de noviembre de 2011 Por:

"De acuerdo con la actitud tranquila del presidente Juan Manuel Santos, él cree en la promesa de Hugo Chávez de impedir la presencia de guerrilleros, narcotraficantes y toda suerte de delincuentes que atentan contra la seguridad de Colombia".

En un ambiente tranquilo, sin sobresalto alguno y sin hechos extraordinarios, trascurrió la cumbre de Caracas entre los presidentes de Colombia y de Venezuela. Al parecer, la noticia a destacar es la normalización de las relaciones bilaterales, en un ambiente distante sin duda de las difíciles épocas en las que la desconfianza y las acusaciones mutuas llevaron al rompimiento de una relación histórica. De acuerdo con la actitud tranquila del presidente Juan Manuel Santos, él cree en la promesa de Hugo Chávez de impedir la presencia de guerrilleros, narcotraficantes y toda suerte de delincuentes que atentan contra la seguridad de Colombia. Por eso, su referencia al espinoso tema ha sido apenas tangencial, salvo la profusa difusión de la captura de 'Valenciano', uno de los más peligrosos delincuentes colombianos. De resto, la firma de compromisos futuros para explorar cómo profundizar el intercambio comercial, casi destruido por las decisiones del presidente Chávez. De otra parte y al afirmar que en Venezuela no se permite la presencia de ningún grupo armado de cualquier especie que pretenda hacer daño a Colombia, el presidente Chávez volvió a notificar que considera la presencia de las Farc y el ELN como una violación a la soberanía de su país. Un aviso perentorio que debería producir efecto entre los muchos miembros de su gobierno que de manera solapada han protegido a esos grupos armados, como ha sido demostrado hasta la saciedad. Pero hay que creer en las palabras de los presidentes reunidos en Caracas. Y pensar que se ha revivido el sueño, “quimera” dijo Chávez, de conectar a Venezuela con el mar Pacífico a través de un oleoducto para transportar el petróleo que el vecino le vende a China y al resto de Asia. O mantener una actitud positiva sobre la posibilidad de lograr un tratado de comercio serio que motive la integración. Esa integración que fue destruida por el gobierno bolivariano de Chávez cuando, además de mantener sus relaciones con las Farc, ordenó el retiro de la Comunidad Andina de Naciones y posteriormente detuvo los pagos a los exportadores colombianos durante varios años. Hoy es necesario reconocer que gran parte de esa deuda ha sido cancelada. Pero también es cierto que la confianza en los inversionistas y empresarios colombianos fue rota, debido sobre todo a la política de destruir la iniciativa privada en Venezuela. Son pues razones de peso que no permiten pensar en un retorno a las épocas en que teníamos negocios por más de US$3.000 millones al año, con beneficios invaluables tanto para colombianos como para venezolanos. En síntesis, la visita del presidente Santos a Caracas fue una oportunidad de estrechar las relaciones con Venezuela, por lo menos en el plano oficial. Y una demostración de confianza en las promesas de Hugo Chávez acerca de su distanciamiento con la guerrilla que asesina a los secuestrados a mansalva y tiene en las fronteras su refugio. Es cuestión de creer en las palabras de un Presidente cuando afirma que tales relaciones, y sus amenazas de guerra a nuestro país, ya son cosa del pasado.

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