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Cuarentena y realidad

Ante el incremento que presenta el contagio en Colombia, el Gobierno Nacional decidió prolongar el aislamiento preventivo obligatorio hasta el próximo primero de agosto. Medida necesaria que debe ser aplicada reconociendo el drama y los graves problemas que crecen en la sociedad colombiana.

8 de julio de 2020 Por: Editorial .

Ante el incremento que presenta el contagio en Colombia, el Gobierno Nacional decidió prolongar el aislamiento preventivo obligatorio hasta el próximo primero de agosto. Medida necesaria que debe ser aplicada reconociendo el drama y los graves problemas que crecen en la sociedad colombiana.

Las cifras sobre la propagación del Covid-19 son preocupantes, en la medida en que han ido creciendo de manera clara y no se sabe cuándo llegará lo que se ha denominado como el pico, señal de que la pandemia empieza a reducirse. Con un promedio diario que supera los 4000 positivos y con las Unidades de Cuidados Intensivos llegando a su límite, lo aconsejable es seguir actuando con cautela y manteniendo en lo posible las precauciones que se han aplicado en los últimos meses.

Pero también es indiscutible el efecto que esas medidas han ocasionado en la sociedad. Un desempleo creciente que según el Dane llegó al 21, 4% el pasado 31 de mayo, el cierre definitivo de miles de empresas y la precariedad de ingresos de miles de familias indican también la necesidad de permitir el regreso de la actividad económica.

Al explicar la decisión, el presidente Iván Duque reconoció la importancia de aplicar “unas modificaciones que son importantes en lo que tiene que ver con recuperación de vida productiva y también de otros espacios de calidad de vida”. Según el gobierno, 490 de los 1102 municipios de Colombia no están afectados por el coronavirus, 290 no han presentado casos en las últimas tres semanas, y hay 100 municipios con baja afectación.

El gran problema está en las ciudades, donde el contagio ha ido creciendo. Allí se han presentado síntomas de desorden, de indisciplina social y de impaciencia que han pasado por encima de ese confinamiento, motivando la alarma y el reclamo de decisiones radicales para contener la epidemia. Esas conductas son producto también de la necesidad de quienes viven de la economía informal, el 50% de nuestra fuerza laboral, y de las pequeñas y medianas empresas al borde de la disolución.

Armonizar esos dos puntos en apariencia opuestos demanda ante todo la preparación de la sociedad para manejar lo que es por ahora una amenaza que se expande de manera inexorable. Antes que más medidas represivas, lo que se requiere es crear las condiciones para que la gente pueda volver a la calle acatando las precauciones establecidas para su seguridad.

Así se podrá lograr que los restaurantes, los sitios culturales, los hoteles y el transporte público recuperen su actividad y no lleguen a la quiebra. Es escuchar el reclamo de unos sectores de los cuales dependen miles de puestos de trabajo y de millones de pesos invertidos por colombianos a los cuales hay que apoyar.

El desafío es ante todo a los colombianos, quienes deben tomar las precauciones necesarias para protegerse y evitar la propagación. Los gobiernos están adoptando medidas para controlar en lo posible la expansión del Covid-19, enemigo letal de la vida y la salud, pero es deber de cada ciudadano eludir las conductas que puedan llevarlos a formar parte de la indeseable estadística de contagio y muerte que nos angustia.

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