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¿Cuál es el enemigo?

Lo que debiera existir es una colaboración estrecha y permanente para combatir toda la cadena del narcotráfico que destruye también las instituciones en varios países latinoamericanos, alimenta la dictadura de Venezuela y deja una estela de muerte y pobreza en el continente.

3 de abril de 2019 Por: Editorial .

Luego de meses de afirmar la cooperación entre los dos países, sorprendió la declaración del presidente de los Estados Unidos Donald Trump en la cual critica al de Colombia por no hacer nada para reducir el narcotráfico. Si bien el presidente Duque respondió con rapidez a esas desapacibles declaraciones, lo que quedó de nuevo a la vista es una falta de unidad y de hechos para lograr los resultados que esperan tanto nuestro país como las naciones consumidoras.

Ninguna autoridad colombiana ha negado el crecimiento que han experimentado tanto las áreas sembradas de coca como la cantidad de cocaína producida. Por el contrario, y como se ha visto en los debates en la Corte Constitucional sobre las fumigaciones con glifosato a esos cultivos, siempre se ha puesto de presente el propósito de combatir ese aumento de lo que sin duda es la causa de la violencia que azota gran parte de la provincia colombiana y sirve de alimento para la delincuencia en el campo y en las zonas urbanas de nuestro territorio.

Eso es producto ante todo del compromiso que debe tener el Estado colombiano en la lucha contra el fortalecimiento de un enemigo que desestabiliza la sociedad y causa múltiples conflictos impulsados por el surgimiento de diversas organizaciones criminales, algunas de las cuales aún pretenden disfrazarse de movimientos políticos. Y contra el crimen transnacional, en especial los carteles mexicanos, que ya actúan en forma directa y les disputan territorios a los otrora amos del negocio en nuestro país y de las exportaciones que llegan al exterior.

Precisamente ese es el otro aspecto de una guerra desigual para Colombia. Es el consumo que va en aumento y paga cifras increíbles en países como los Estados Unidos, donde no está muy claro el compromiso para perseguir la cadena de lavado de esas riquezas. La consecuencia es que tanto nuestro país como Centroamérica están expuestos a la enorme capacidad de los narcotraficantes para corromper y facilitar su accionar.

No se trata entonces de que el Presidente de Colombia no haya hecho nada por los Estados Unidos, como afirmó su mandatario Donald Trump.
Lo que debiera existir es una colaboración estrecha y permanente para combatir toda la cadena del narcotráfico que destruye también las instituciones en varios países latinoamericanos, alimenta la dictadura de Venezuela y deja una estela de muerte y pobreza en el continente.

Allí es donde debe haber una labor conjunta en lugar de declaraciones que dividen. Si bien nuestro país se equivocó al relajar su empeño para combatir su gran enemigo de la paz y la concordia, no se pueden menospreciar los esfuerzos que nuestras autoridades realizan hoy para conjurarlo.

Para ello debe existir el respaldo de los países que, como Estados Unidos, han entendido su papel y en otras épocas aportaron lo que fuera necesario para enfrentar el desafío político, económico y social del narcotráfico tanto para los que producen como para los que lo demandan. En eso, y no en descalificaciones sorpresivas, consisten la colaboración internacional y la amistad.

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