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Con sabor a derrota

Así, la guerra justa del 2001 se transformó en una guerra sin dolientes, rechazada por los estadounidenses que no encontraban razón para seguir enviando a sus jóvenes a padecerla. Y la defensa de un gobierno afgano que en nada representa la estabilidad de una nación

22 de abril de 2021 Por: Editorial .

Veinte años después de acometer la guerra en Afganistán contra el terrorismo del islam radical y para vengar los atentados de Septiembre 11 de 2001, el presidente de los Estados Unidos anunció el retiro definitivo de sus tropas. Es el final de una aventura en la cual murieron más de 4.000 de sus soldados y cientos de los enviados por la Organización del Tratado de Atlántico Norte, Otan, sin que se pueda afirmar si sus objetivos en pro de la paz se hayan cumplido.

Recordar sus inicios empieza por traer al presente las horrorosas imágenes de los aviones secuestrados por terroristas que fueron estrellados contra las torres gemelas de Nueva York y contra el Pentágono en Washington. Y evocar a los 2996 seres humanos inmolados por la insania de quienes, comandados por Osama Bin Laden, cometieron una de las peores infamias del siglo, y desafiaron a la nación más poderosa del planeta.

Lo que se inició entonces fue una reacción que se concentró en Afganistán donde, se suponía entonces, estaba la plana mayor de Al Qaeda y del terrorismo mundial. Fue una acción que contó con el respaldo de la inmensa mayoría de los estadounidenses que clamaban contra los asesinos y con la solidaridad de los aliados de la gran potencia.
La guerra empezó con una embestida feroz en el territorio de un país que, luego se fue conociendo, estaba dividido en centenares de territorios dominados por los llamados señores de la guerra y amenazado por los talibanes, socios del terrorismo de Bin Laden y dominadores del escenario político en el convulsionado Afganistán.
Hasta allá llegó el poder bélico de los Estados Unidos y sus aliados, con la misión adicional de establecer una democracia al estilo de Occidente, donde además se pretendía implantar las libertades y derechos de esta parte del mundo.

Muchos años pasaron, muchos daños se causaron y se registrar 150.000 muertos en el transcurso de veinte años. Muchos de los terroristas asentados allí murieron y gran parte huyeron, como Bin Laden que fue detectado y abatido en el vecino Paquistán donde contaba con no pocos admiradores, seguidores y cómplices. Y lo que era una guerra contra el terrorismo se transformó en un choque frontal contra la cultura de los afganos y la obstinada resistencia de los talibanes sin que éstos pudieran ser derrotados.

Así, la guerra justa del 2001 se transformó en una guerra sin dolientes, rechazada por los estadounidenses que no encontraban razón para seguir enviando a sus jóvenes a padecerla. Y la defensa de un gobierno afgano que en nada representa la estabilidad de una nación, se trasformó en el esfuerzo desesperado de los gobiernos republicano y demócrata por salir del atolladero, así fuera negociando el apresurado retiro de sus tropas con los talibanes.

En septiembre próximo se cumplirá la última etapa de esa estampida.
Nadie sabe qué pasará con el gobierno y la democracia que se quiso implantar en Afganistán, y es de esperar que el radicalismo talibán recupere el control que le arrebataron hace veinte años. Para los Estados Unidos y sus aliados de aventura terminará una guerra que se quedó huérfana.

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