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Colombia y el G-8

27 de junio de 2010 Por:

Por primera vez desde su creación en 1975, el G-8, grupo que reune a las ocho potencias más importantes del mundo, invitó al Presidente de Colombia para escuchar de primera mano la forma en que nuestro país está superando los desafíos del narcotráfico y la violencia. Lo cual refleja el cambio que se ha producido en la visión que de nuestro país se tiene en el contexto internacional.Frente a los presidentes y primeros ministros de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia, Rusia, Italia y Japón, el presidente Álvaro Uribe habló sobre la experiencia que ha vivido Colombia en los últimos ocho años en su camino para recuperar la confianza del mundo en sus posibilidades y de los colombianos en su democracia. Una experiencia sin duda difícil y compleja que aún no ha terminado, pero llena de éxitos y de lecciones sobre lo que debe hacerse para contener los embates de dos de los grandes enemigos de la humanidad.Está en primer lugar el narcotráfico como el factor que desestabiliza cualquier sistema de gobierno a causa de su enorme poder económico. Durante 25 años, nuestra Nación debió padecer en carne propia los efectos de un fenómeno que empieza en los sitios donde se producen las drogas ilícitas y se nutre de lo que percibe en las calles de los países consumidores. Ese poder encontró sin preparación al Estado colombiano, que debió hacer esfuerzos descomunales para desarticular los carteles que asesinaban, corrompían y amenazaban a la sociedad. Y después pasó a mano de la guerrilla de las Farc, transformándola en una organización con los suficientes recursos como para destruir la democracia mediante el terrorismo indiscriminado.El segundo factor fue el desafío del terrorismo, compuesto por la guerrilla, el paramilitarismo y las organizaciones de delincuencia común, que aprovechaban la debilidad del Estado para imponer sus imperios de horror. Y frente a esa amenaza, el país veía con impotencia la forma en que se desperdiciaban y destruían los recursos naturales, o se producían enormes despojos, generando un fenómeno de desplazamiento de proporciones incalculables. Era un país cuestionado al que la comunidad internacional censuraba, mientras con muy pocas excepciones tasaba su ayuda, a pesar de que el consumo de drogas era el combustible principal de la violencia.Hoy, Colombia es un país distinto. Durante ocho años logró recuperar la confianza, mediante un duro pero consistente esfuerzo por consolidar sus instituciones, por devolverle al Estado el control en todo el territorio colombiano, y por mostrar un compromiso irrenunciable en el combate a la violencia, al terrorismo y al narcotráfico. Y aunque la tarea no ha concluido, el mundo mira con otros ojos a nuestra Nación, viéndolo como una opción donde se puede invertir y la esperanza derrotó al terror.Eso es lo que el presidente Uribe presentó ayer ante el G-8. Y con la autoridad que le otorga el haber cumplido su misión, volvió a reclamar la solidaridad del mundo desarrollado para terminar con la amenaza del terrorismo que se esconde en países como Venezuela, a la espera de una nueva oportunidad para atacar a los colombianos.

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