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Colombia y Ecuador

28 de noviembre de 2010 Por:

Sin duda, el ataque al campamento guerrillero desconoció derechos incuestionables del Ecuador, obligando a su Gobierno a tomar la drástica decisión.

Luego de treinta y dos meses, los gobiernos de Colombia y Ecuador llegaron a un acuerdo para restablecer a plenitud las relaciones diplomáticas entre los dos Estados. Un paso de gran importancia para los pueblos hermanos, que permite superar el incidente producido por el ataque de la Fuerza Pública colombiana al campamento de uno de los más peligrosos cabecillas de las Farc, ubicado en territorio ecuatoriano.Queda así demostrado que cuando existe voluntad política es posible superar las diferencias. Sin duda, el ataque al campamento guerrillero desconoció derechos incuestionables del Ecuador, obligando a su Gobierno a tomar la drástica decisión. Pero también es cierto que las Farc habían utilizado a ese país como refugio para evitar la persecución de las autoridades de nuestro país contra el terrorismo, el narcotráfico y el secuestro que, dirigidos por alias Raúl Reyes, azotaban a nuestra Nación. Lo que siguió entonces fue un proceso para restañar las heridas causadas por Colombia en el honor de Ecuador. Proceso difícil y complejo, en el cual intervenían consideraciones de tipo ideológico como las diferencias en las orientaciones del presidente Álvaro Uribe y de su homólogo Rafael Correa, así como interferencias de todo tipo, prohijadas por quienes, ya fuera de manera oculta o en forma descarada, apoyaban a la guerrilla. Y se agravaba por las que en un momento dado parecían reticencias insalvables del mandatario ecuatoriano frente al gobierno de nuestro país.Pero la combinación de diálogo, acompañamiento internacional y voluntad para superar el obstáculo, permitieron llegar a un acuerdo. Durante casi tres años los gobiernos mantuvieron conversaciones directas y francas que lograron poner en claro los reclamos de Ecuador y la decisión de Colombia de responder por sus actos. En ese proceso fue importante la participación de entidades como la OEA, la Fundación Carter e incluso Unasur. El resto lo hicieron los Gobiernos de ambos países con su interés por resolver una crisis que no podía ser prolongada sin desconocer el enorme daño que causaba a dos pueblos unidos por sus fronteras, por sus ancestros y sus culturas comunes en muchos aspectos. Y por el intercambio comercial vivo a pesar de la crisis diplomática. Así se llegó al acuerdo que sellaron los presidentes Rafael Correa y Juan Manuel Santos en la Cumbre de Unasur realizada el pasado viernes en Guyana. Fue un gesto fraterno que mereció el aplauso unánime de los países de Suramérica reunidos allí. Pero, sobretodo, fue un gran alivio para las dos naciones que pidieron la reconciliación, sin que ello significara olvidar la gravedad de lo ocurrido. Como tampoco puede olvidarse el origen de lo ocurrido: el uso de los territorios fronterizos como refugio de la criminalidad y el terrorismo. De ahí la necesidad de que los gobiernos de América logren un acuerdo para impedir que sus países sean usados como plataforma para el terror y la delincuencia, y que el Derecho Internacional se convierta en instrumento para garantizar la impunidad. Para eso debe servir de ejemplo la crisis colombo ecuatoriana que llegó a su fin, trayendo el alivio a las dos Naciones

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