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Chantaje inaceptable

Luego de reconocer que tiene a nueve servidores públicos en su poder, el ELN sigue insistiendo en la necesidad de crear un protocolo para su liberación.

21 de agosto de 2018 Por: Editorial .

Luego de reconocer que tiene a nueve servidores públicos en su poder, el ELN sigue insistiendo en la necesidad de crear un protocolo para su liberación. Como en las peores épocas de la violencia reciente, es la utilización de la vida y la libertad de sus víctimas para presionar al Gobierno Nacional y al país.

La actitud tiene una explicación obvia: los siete soldados y policías fueron secuestrados antes de posesionarse el presidente Iván Duque, quien ya había hecho conocer su posición sobre los diálogos que se llevaban a cabo en La Habana y sobre lo que será la política de su gobierno frente a ese grupo. Entonces, no es difícil comprender qué buscan los cabecillas del ELN cuando insisten en la necesidad de perfeccionar un protocolo para la liberación de esas personas.

De otra parte, tanto la Cruz Roja Internacional como los países facilitadores de las accidentadas negociaciones han manifestado que están listas para participar en algo que tiene ante todo la característica de acción humanitaria. La respuesta es seguir pidiendo encuentros que el Ministro de Defensa ha sido terminante al precisar que no podrán realizarse en el marco de los diálogos que se llevan a cabo en la capital de Cuba.

Hay pues un interés del grupo armado ilegal de usar a los secuestrados en su propósito de lograr reconocimientos políticos. Cabe aclarar que lo mismo sucedió tiempo atrás, cuando la negociación que se realizaba entonces fue suspendida por el expresidente Juan Manuel Santos, cuando el ELN se negaba a liberar a otros secuestrados. Fue por esa forma de usar a su país que el presidente del Ecuador decidió que la negociación no podría seguir en ese territorio.

Ahora, el problema ocasionado por el uso de rehenes para presionar negociaciones es usado con el nuevo gobierno y, por supuesto, en ellas no se involucra a los secuestrados civiles que pueden contarse por decenas. Es la repetición de una estrategia que recuerda las múltiples ocasiones en que los acercamientos con ese grupo han fracasado, debido a la actitud arrogante de sus jefes que desconocen el rechazo a sus actuaciones, expresadas por los colombianos.

Es claro entonces que en el ELN no hay voluntad alguna de paz, demostrado incluso en los días anteriores al siete de agosto cuando los delegados oficiales hicieron grandes esfuerzos por alcanzar un cese bilateral del fuego, a pesar de la resistencia que ha despertado siempre la actitud agresiva y, en muchas ocasiones, descoordinada de ese grupo. Más aún cuando se sabe que usan el territorio venezolano como guarida en la cual se esconden después de cometer sus fechorías.

Es de esperar entonces que aparezca algún rasgo de sensatez de los dirigentes del ELN, que permita liberar a estos secuestrados y a todos los que tienen en su poder. Lo contrario es demostrar que no hay un interés sincero en el diálogo, y que este es usado con fines muy distintos a la búsqueda de la paz y el fin de la violencia. Eso es obligar a las autoridades a actuar como corresponde contra la amenaza que significa para los derechos humanos y nuestra Nación.

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