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Cambio cultural

Aunque parezca una cifra de poca monta, las 280 bolsas que consume al año cada colombiano tienen un peso importante en la balanza mundial: ellas suman en el trillón de bolsas que se utilizan globalmente y pueden ser parte del 10% que terminan en el fondo del mar, enredadas en las aletas de una ballena gigante o asfixiando las colonias de algas

30 de junio de 2017 Por: Editorial .

La vida útil de una bolsa plástica es de 12 minutos. Luego, cuando termina en la basura, tirada en cualquier esquina o flotando en la inmensidad del mar, tardará entre trescientos y mil años para degradarse. El daño ambiental que ocasiona, y que sentirán decenas de generaciones futuras, debería ser razón de peso para que Colombia cambie el ‘chip’ cultural sobre el uso de tales empaques.

Desde hoy por cada chuspa plástica que se pida para cargar el mercado o guardar la compra en el almacén se deberá pagar un impuesto de $20, valor que subirá otros $10 cada año hasta llegar a un tope de $50 para el 2020. Así lo define el decreto 668 expedido el 28 de abril del año anterior, que desde diciembre prohibió el uso de bolsas de diámetro menor a 30 x 30 centímetros, mientras conminó a la industria a fabricarlas con materiales y gramajes que permitan usarlas al menos 10 veces y sean degradables.

Con esa medida el país da un paso adelante para desestimular el uso de las talegas de plástico, que se deberá reflejar en la protección ambiental de su territorio y del resto del Planeta. Aunque parezca una cifra de poca monta, las 280 bolsas que consume al año cada colombiano tienen un peso importante en la balanza mundial: ellas suman en el trillón de bolsas que se utilizan globalmente y pueden ser parte del 10% que terminan en el fondo del mar, enredadas en las aletas de una ballena gigante o asfixiando las colonias de algas.

En ese sentido, si a través del impuesto el decreto desestimula su uso, habrá hecho una contribución importante en la causa del medio ambiente. Sin embargo, no será suficiente mientras no se eduque a los colombianos para que tengan un cambio cultural y comprendan que el beneficio es el mismo si lo que compran se empaca y carga en cajas de cartón o en bolsas de papel o de tela reutilizables, así como el compromiso que tiene cada ser humano en la conservación de la Tierra.

Pero las acciones deben ir incluso más lejos. Colombia, cada uno de sus municipios y de sus departamentos, están en mora de emprender un programa de reciclaje que de verdad funcione. El país lleva décadas hablando sobre el asunto sin que se tengan resultados concretos, o de qué otra manera se entiende que en ciudades como Cali apenas el 10% de las 1.700 toneladas diarias de desechos se someta a ese proceso. Cada ciudadano debería saber cómo separar el plástico, incluidas las bolsas, cómo almacenarlo y tener a su disposición lugares especiales para depositarlos. El trabajo debe ser integral y en todos los sentidos para que sea eficaz.

Cuando el Planeta está lanzando mensajes de alerta roja sobre el deterioro al que se le ha sometido, es tiempo de que la responsabilidad se anteponga a la comodidad. Ese es el deber del Gobierno, llamado a expedir unas políticas ambientales acordes a esa realidad, como esta que regula el uso de bolsas plásticas, y debe ser sobre todo un compromiso individual de cada habitante del único hogar que tiene hoy la humanidad.

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