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Brasil: la corrupción no paga

La corrupción en altos niveles del Estado no sólo conduce al enriquecimiento de grupos de individuos sino también a garantizar el predominio de partidos o agrupaciones políticas para que continúen gozando de los beneficios de detentar el poder.

13 de noviembre de 2012 Por:

La corrupción en altos niveles del Estado no sólo conduce al enriquecimiento de grupos de individuos sino también a garantizar el predominio de partidos o agrupaciones políticas para que continúen gozando de los beneficios de detentar el poder.

En medio de gran despliegue mediático y con transmisión especial por televisión se dio inicio al juicio contra 38 altos funcionarios del gobierno de Lula da Silva y se produjo la primera condena.El exjefe de Gabinete de Brasil, José Dirceu, fue sentenciado a diez años y diez meses de cárcel y el expresidente del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) José Genoino a seis años y once meses, luego de ser hallados culpables de organizar una trama con la que el partido sobornó a dirigentes opositores a cambio de su apoyo al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.El hecho, es apenas el inicio de un proceso que ha conmocionado a la sociedad brasilera. Debe recordarse que Lula abandonó la Presidencia de su país con un nivel de aceptación del 80%, con gran prestigio internacional por sus logros sociales y que hoy es visto como el más fuerte aspirante para ser reelegido en su país.Pero lo que no sabían sus compatriotas, ni la comunidad internacional, es que buena parte de sus logros se debió a una descarada compra venta de votos parlamentarios, en la que recursos públicos de importancia se desviaron para asegurarle al Presidente una mayoría de congresistas favorables a sus propuestas gubernamentales. El hecho, que aún no ha salpicado al propio Lula sino a sus más cercanos colaboradores, es un recordatorio de la justicia de que los principios de moralidad existen y deben ser respetados.La corrupción en altos niveles del Estado no sólo conduce al enriquecimiento de grupos de individuos sino también a garantizar el predominio de partidos o agrupaciones políticas para que continúen gozando de los beneficios de detentar el poder. El caso que hoy se enjuicia en Brasil es claro, como también lo pudo ser en Venezuela con el uso de los recursos estatales para garantizar la reelección de Chávez, o en Colombia con las funestas relaciones entre los congresistas, el narcotráfico y el paramilitarismo.Lula ha negado conocer un esquema de compra de votos bajo su gobierno y ninguna prueba lo contradice. Cuando surgió el escándalo, dijo sentirse “traicionado” y que el PT debía “pedir disculpas”. Pero tras ser reelecto en 2006, aludió al caso como una “farsa” contra su gobierno. Tales posturas llevan a los comentaristas de la política brasilera a pensar que su imagen se verá salpicada por el escándalo en la misma medida que el juicio prosiga y las condenas se vayan desgranando. Debe saberse que 25 de los 38 enjuiciados han sido declarados culpables, aunque sólo dos, los más prominentes del gobierno anterior, hayan sido condenados.Lo que el Tribunal Superior de Justicia de Brasil está diciendo con las condenas es que existe una ética pública por la que la utilización indebida de los recursos públicos constituye un delito que debe ser condenado por la sociedad. No hay corrupción “buena” o “mala”. Todo acto de corrupción es execrable, así sea para sacar adelante políticas que se consideren beneficiosas por parte de una bandería en el poder.Habrá que prestar atención a las lecciones de la justicia brasilera.

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