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Bolsonaro y los generales

En medio de la inquietud, Brasil se encuentra hoy entre dos crisis, de salud y política. Es el resultado de la gestión de su presidente, Jair Bolsonaro, quien insiste en confrontar la realidad con su particular forma de pensar.

14 de junio de 2020 Por: Editorial .

En medio de la inquietud, Brasil se encuentra hoy entre dos crisis, de salud y política. Es el resultado de la gestión de su presidente, Jair Bolsonaro, quien insiste en confrontar la realidad con su particular forma de pensar.

En cuanto al Covid-19, el país registra 867.000 contagiados y 43.000 muertos por su causa, lo que desmiente al Presidente en su estrategia de desconocer la peligrosidad del virus y de negarse a seguir las indicaciones de los médicos, acusando a los medios de histeria y declaró que solo se trataba de una pequeña gripe. Esta semana, Bolsonaro decidió suspender la publicación de datos de contagio, hospitalización y muerte, publicó videos en los hospitales demostrando que la gente “no estaba muerta”, borró las bases de datos de salud y solo registra nuevos casos.

La indignación ante estas medidas demandadas en la Corte Suprema, motivaron a los medios brasileños a abandonar su competencia para unirse en el esfuerzo de registrar y publicar las cifras. Finalmente la Corte obligó a revivir el registro público y a divulgarlos por su relevancia para alertar a los brasileños sobre la importancia de colaborar para enfrentar la amenaza del coronavirus.

Y el jefe de Estado, que no volvió a dar declaraciones sobre la pandemia salvo para criticar a los gobernadores por imponer cuarentenas y para acusarlos de perjudicar la economía. La estrategia es similar a la de Donald Trump: culpar a los gobiernos regionales por la crisis y eludir su responsabilidad. Sin mayores restricciones, con más de mil muertos al día, Brasil tiene las playas repletas y los restaurantes abiertos.

El mandatario, mientras tanto, parece dedicado a resolver una crisis política de gran calado. Enfrenta la resistencia del Congreso y de la Corte Suprema, que estudia su presunta intimidación a la policía para evitar que investigaran a su familia, y por la diseminación de noticias falsas. Los inversionistas extranjeros se van, decae la producción, y la fuga de capitales recuerda los años noventa.

Bolsonaro mantiene su fiel 30% de seguidores y un respaldo importante en las Fuerzas Militares. Su admiración por la cultura militar es evidente en su retórica y en la composición de su gobierno. Sus dos últimos ministros de salud renunciaron y los reemplazó por un militar. La mitad de su gabinete es de origen castrense.

Ahora, el círculo cercano del Presidente apoyó la propuesta de suspender la democracia e imponer un gobierno militar que él lanzó hace algunas semanas. Es su respuesta a los síntomas de desestabilización política: un virus que crece sin tregua, la economía rota, el país inundado de noticias falsas, la familia presidencial con múltiples investigaciones de corrupción, y un mandatario en guerra con la Corte Suprema.

Si bien son improbables, las amenazas de intervención militar son inquietantes. Aunque algunos generales han negado esa posibilidad, el estilo de Bolsonaro, sus amenazas y noticias falsas así como sus tácticas de intimidación aumentan las fisuras en la democracia de Brasil, cuyos últimos dos presidentes fueron destituidos mediante juicios políticos.

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