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Belleza y responsabilidad

"Es cierto que PIP engañó a autoridades, médicos y pacientes. Y no hay duda de que PIP hizo trampa, por lo que debe responder. Sin embargo, el debate esencial debe enfocarse en los controles que se tienen que ejercer para evitar que la historia de la empresa francesa se repita".

4 de febrero de 2012 Por:

"Es cierto que PIP engañó a autoridades, médicos y pacientes. Y no hay duda de que PIP hizo trampa, por lo que debe responder. Sin embargo, el debate esencial debe enfocarse en los controles que se tienen que ejercer para evitar que la historia de la empresa francesa se repita".

Son 500.000 mujeres en el mundo las que viven entre el miedo y la incertidumbre. Son 65 Estados los que tienen que afrontar un problema que, por sus dimensiones, se volvió de salud pública. La polémica que han desatado los implantes mamarios franceses PIP, retirados del mercado tras descubrirse que utilizaban silicona industrial como relleno, revela un drama inusitado. Es cierto que PIP engañó a autoridades, médicos y pacientes. Y no hay duda de que PIP hizo trampa, por lo que debe responder. Sin embargo, el debate esencial debe enfocarse en los controles que se tienen que ejercer para evitar que la historia de la empresa francesa se repita. Una responsabilidad que les compete a las autoridades a la hora de realizar los vigilancia debida, a los médicos especialistas que son los primeros usuarios de los productos y a los pacientes a la hora de escoger los servicios profesionales y entender las razones que los llevan a someterse a los procedimientos.El desarrollo de la industria de la estética y la belleza ha hecho de Cali la meca colombiana, reconocida en el mundo por la calidad de sus profesionales, de sus clínicas y de sus servicios. Responde, sin duda, a los requerimientos de una sociedad que le ha dado importancia a la apariencia física, como un culto a la estética y también a la necesidad de los individuos de sentirse bien y reafirmar su autoestima. De ahí que hoy se trata también como un asunto cultural, que se replica alrededor del mundo.En Colombia se hacen 300.000 cirugías plásticas y estéticas al año, que mueven en promedio 400 millones de dólares. Si este es apenas el ejemplo de un país, no es de extrañar entonces el negocio que se montó alrededor de la belleza. Los implantes mamarios que en principio fueron pensados para atender las necesidades de esas mujeres que por enfermedades como el cáncer debían recibirlos, terminaron produciéndose por millones, en muchos casos sin ningún control, como lo demuestran hoy las prótesis PIP. O cómo sucede con la aparición de clínicas de estética clandestinas, que están en manos inexpertas y producen la mayoría de los 20.000 casos de personas afectadas por malos procedimientos que en promedio se presentan anualmente en nuestro país, pese a los llamados de alerta hechos por parte de las autoridades médicas y sanitarias. Ahora, se está pasando una cuenta de cobro incluso a los Estados, que han tenido que afrontar las consecuencias de permitir la producción o el ingreso de prótesis de mala calidad, tanto como de no practicar los controles requeridos en la industria de la belleza. Colombia ha asumido la responsabilidad y ya anunció la gratuidad en las intervenciones para retirarlas tanto en los casos de cirugías reconstructivas como estéticas. Hay qué llamar a la reflexión para que no se repita la zozobra de miles de mujeres, unas 14.000 en el país, que no saben si sus implantes les están causando daños en su cuerpo hoy o si las consecuencias las sentirán a futuro. La vigilancia debe ser estricta y la autoridad debe intervenir como le corresponde para evitar, como ahora, que la estética y la belleza terminen siendo un problema de salud pública. A hombres y mujeres, el llamado es para que piensen en que no hay necesidad de arriesgar su integridad física y emocional, incluso la vida, por no tomar con responabilidad las decisiones sobre su cuerpo.

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