El pais
SUSCRÍBETE

Atención a Jamundí

Mil trescientas diecinueve hectáreas sembradas de coca, más de cien homicidios en lo corrido del 2020, tres masacres en la zona rural entre febrero y el presente mes, son solo la muestra del terrible e inaceptable drama que está atravesando Jamundí.

19 de octubre de 2020 Por: Editorial .

Mil trescientas diecinueve hectáreas sembradas de coca, más de cien homicidios en lo corrido del 2020, tres masacres en la zona rural entre febrero y el presente mes, son solo la muestra del terrible e inaceptable drama que está atravesando Jamundí. Lo que fuera una de las regiones más atractivas y tranquilas del Valle, hoy se ha convertido en epicentro de muerte y violencia a causa del narcotráfico.

Lo que describen esas cifras ocurre a quince minutos de Cali y, como puede deducirse, repercute en toda la región. Ahora, la zona rural de Jamundí ya no es sólo parte del corredor por el cual se mueven las drogas ilícitas hacia el río Naya: después de multiplicar doce veces el área sembrada en el 2018 en ese municipio que ya forma parte de la capital del Valle por la conurbación que se está produciendo, es la zona más grande de cultivos ilícitos en el departamento.

Y su incidencia en la vida de su comunidad tanto rural como urbana es estremecedora. Mientras el empleo formal no llega al 9% de su fuerza laboral, muchos de sus habitantes deben pagar las vacunas que les exigen las organizaciones criminales, o abandonar sus casas de habitación. Además, y según los datos de la Alcaldía, allí residen 14.000 desplazados por la violencia, además de ser la segunda ciudad receptora de emigrantes venidos de Venezuela.

Es una acumulación alarmante de problemas que deberían recibir la atención inmediata de las autoridades nacionales y regionales. No obstante, y como lo explica el informe de El País publicado el pasado domingo, Jamundí no está incluido en el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos, ni forma parte de las Zonas Estratégicas de Intervención Integral diseñadas para “brindar seguridad a la población rural y combatir los grupos criminales(…)”.

Todo parece indicar entonces que Jamundí está limitado a usar sus pocos recursos para atender lo que es una verdadera amenaza que se extiende a Cali, en la medida en que gran parte de su población trabaja en la capital vallecaucana y los amos del narcotráfico controlan desde aquí sus negocios. Y sólo se habla de ella cuando se producen hechos de sangre como las masacres que se han registrado en las veredas del municipio.

Como puede esperarse, su municipio carece de recursos y de capacidad para atender los múltiples problemas que golpean a Jamundí. Basta saber que allí sólo existe un destacamento pequeño de Policía para atender los problemas de orden público y convivencia de una comunidad de más de 130 mil habitantes, y que el Ejército ha debido realizar operaciones frecuentes que no han alcanzado para detener el crecimiento del narcotráfico y la delincuencia.

Por supuesto, la situación de Jamundí está estrechamente ligada a lo que acontece en el norte del departamento del Cauca. Pero el Estado no puede quedarse sólo en dar explicaciones pues sería como aceptar que se cierre el círculo de violencia que destruye el suroccidente de Colombia y se acerca a Cali, la tercera ciudad del país.

Jamundí necesita y exige atención a los graves problemas que han ido creciendo ante los ojos de todo el país y de las autoridades.

AHORA EN Editorial