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A reconstruir

2 de enero de 2011 Por:

"El 2011 arrancó entonces con unas perspectivas muy distintas a las que se pensaban en condiciones normales. Es la perspectiva de la reconstrucción, diferente- sin duda a los parámetros optimistas de antes del invierno".

Por fortuna, la última semana se produjo un cambio radical en las condiciones del clima, dándole un respiro al país y deteniendo el alud de malas noticias que debían registrarse minuto a minuto. Pero empieza a emerger la magnitud del desastre ocasionado por la peor temporada invernal en la historia de Colombia.Y los resultados son alarmantes: más de dos millones de damnificados, las redes viales de todos los niveles impactadas, golpeada la infraestructura construida para contener las aguas y encauzar los ríos. Y destruidas miles de viviendas, asoladas cabeceras de municipios y veredas que deberán ser trasladadas ante el riesgo que representan. Por otra parte, miles de hectáreas de cultivos perdidas, lo que conlleva un impacto de proporciones difíciles de calcular en términos de desempleo y pobreza, de desabastecimiento, de pérdidas para los empresarios agrícolas e industriales.Es toda Colombia la que ha sufrido. Desde la Costa Atlántica hasta Nariño; desde el Pacífico hasta los Santanderes, el país fue estremecido por una temporada de lluvias inesperada y dramática. Ella demostró que la Nación no está preparada para afrontar esos desastres, y que las normas que obligan a impedir la ocupación de zonas de alto riesgo son mandatos que no se cumplen, jugando la vida de sus ocupantes al albur de que la naturaleza no pase la cuenta de cobro por invadir sus espacios.En los últimos días del 2010, el Gobierno empezó a tomar medidas para enfrentar el desastre e iniciar la reconstrucción. Tras reconocer la magnitud de lo acontecido y sus posibles consecuencias futuras, tomó decisiones que deberán generar recursos para atender la nueva realidad: prolongación de los impuestos del cuatro por mil y ampliación de la base gravable al impuesto sobre el patrimonio; agilización a los procesos de venta de los bienes incautados al narcotráfico; suspensión de los cobros de servicios públicos a los damnificados, son, entre otros, medidas anunciadas por el Gobierno Nacional para atender la tragedia. Entre esas decisiones se destaca la venta de hasta el 10% de las acciones que posee la Nación en Ecopetrol para dedicarla a la reconstrucción. Es el porcentaje que antes se discutía como recurso para financiar el impulso que demanda la infraestructura vial de Colombia, lo que da una idea de la magnitud del desastre. Faltan las medidas para obligar a las autoridades regionales y municipales a asumir responsabilidades. En especial, las que rescatarán a las Corporaciones Autónomas de las garras de la politiquería, para que cumplan su deber como defensoras del medio ambiente. Y las que obligan a los alcaldes a elaborar los mapas de riesgo y a evitar los asentamientos en esas zonas, generadoras permanentes de tragedias. El 2011 arrancó entonces con unas perspectivas muy distintas a las que se pensaban en condiciones normales. Es la perspectiva de la reconstrucción, distinta sin duda a los parámetros optimistas de antes del invierno. A ella tendremos que aportar todos los colombianos, preparándonos también a aceptar que la amenaza del cambio climático es una realidad frente a la cual debemos estar preparados.

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