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Manizales

Acabo de volver de Manizales. Son ya 25 años de visitas ininterrumpidas...

11 de enero de 2016 Por: Víctor Diusabá Rojas

Acabo de volver de Manizales. Son ya 25 años de visitas ininterrumpidas a una ciudad que siempre frecuento por razones profesionales en su tradicional feria de comienzos del año. Eso, en teoría, me da poca autoridad para definir qué pasa en ella y averiguar cómo es su vida. Hacerlo, de hecho, sería cómo juzgar a Cali, Medellín o Barranquilla con el distorsionado cristal de sus festividades locales. Además, una cosa es Manizales y sus 400 mil habitantes, y otra muy diferentes la situación de grandes urbes, incluida Bogotá. ¿Por qué prolegómeno? Nada diferente que demarcar el terreno para tratar de reducir esta mirada a justas proporciones. Vuelvo al principio. Vengo de Manizales y estoy gratamente impresionado. Hacía mucho que no encontraba en el país, quizás aparte de Medellín, un sentimiento de pertenencia tan acendrado. Solo que el sentimiento de orgullo de los manizaleños por Manizales está fundamentado, antes que en sus raíces, en el presente y apunta hacia el futuro inmediato. Es una especie de tarea diaria que conlleva un mejoramiento continuo que pareciera tener una consigna: si a esta ciudad le va bien, a todos nos irá mejor.Dicho así, suena a propaganda barata de candidato en ciernes. La diferencia está cuando uno comprueba, por ejemplo, que la conciencia del aseo y del uso del espacio público no solo cuenta con la eficiencia de las empresas de servicios públicos y demás entes, que se juegan su prestigio calle a calle, sino porque las gentes, con contadas excepciones, llegaron a la conclusión de que todo está al cuidado de todos. Y ni hablar de los parques.Ahora, escuchar a la gente decir que Manizales es hoy la ciudad con mayor calidad de vida de este país, porque así además lo refrendan estudios y mediciones de opinión, antes de resultar un acto de soberbia termina siendo asumido como un reto para demostrarlo, por ejemplo, en términos de servicio. ¿Todos los taxistas de Manizales son como los que uno encuentra al azar? Uno, me dijo que era antitaurino apenas le dije para donde necesitaba ir, para enseguida aclarar que respetaba a quienes no lo eran. A otro se le dañó el taxímetro y cuando llegamos al lugar de mi destino procedí a pagar lo que siempre cancelo. ‘No, mi don, eso vale mil pesos menos’. Tuve que convencerlo de que me recibiera lo que valía la carrera. Llegué a un restaurante cogido por el tiempo. Le pedí a la mesera que me fuera anticipando mi pedido. Lo siento señor, me dijo con una sonrisa que mataba, aquí servimos en estricto orden de llegada. Usted decide…¿Anécdotas? Sí, son anécdotas. Pero si quieren indicadores, busquen en ’Manizales cómo vamos’ para que encuentren cómo se avanza allí en muchos frentes y, lo más importante, se toma conciencia de lo que va regular o francamente mal. Ahora bien, la nueva administración de la ciudad, como todas en el país, debe saber qué le entregan y qué debe devolver en cuatro años. La gente debe ser la principal fiscalizadora de esa gestión, igual que en todo lado. ¡Vamos manizaleños, háganlo, eso no se delega! ¿Y, se preguntarán ustedes, cómo les va con la seguridad? Ya lo dije al principio, pero déjenme contarles algo más: una de estas noches allí, estaba con un amigo en un sector popular de la ciudad y, ya tarde, al hombre le dio por irse. “Nos vemos”, dijo. “¿Vas a pedir taxi?”, le pregunté. “Qué va, voy cerca, son apenas unas diez cuadras”. Lo vi tan confiado que preferí no decir nada. Al otro día llamé muy temprano, con cualquier disculpa y, de una, disparé: ¿Cómo te fue?, ¿sin problemas? Bien, hombre, ¿por qué?, preguntó bastante extrañado. Yo quedé igual.

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