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Lecciones del pedal

Gracias al ciclismo, no solo por lo que da, sino por lo que siempre procura dar, sin caer aún en el extremo mercantilismo como única razón de ser.

29 de julio de 2018 Por: Víctor Diusabá Rojas

Algunas cosas para aprender del ciclismo:

1- Vivir la realidad. Nairo Quintana fracasó en un nuevo intento por ganar el Tour de Francia. A esa derrota le podríamos llamar de otra manera, pero en el ciclismo solo se gana o se pierde, porque ni siquiera hay una tercera opción. Y disculpa alguna sirve para escampar.

Nairo perdió porque Thomas, Dumoulin, Froome, y al menos otros seis rivales más fueron mejores que él en esta edición, punto. Podría salir Nairo a hablar de las sospechas que siguen rondando a Froome (y que siguen siendo infundadas hasta que no se demuestre lo contrario), o de la enorme diferencia que hay entre Sky y los demás equipos. O de los efectos de la caída del otro día. Pero no. Nairo fue décimo. Y eso es hoy, décimo. Y si alguien lo tiene claro es él mismo.

2- La sana ambición. Nairo fue décimo, pero si hubiese sido segundo no estaría conforme. En el ciclismo, en la cultura de los ciclistas de élite, se apuesta al premio mayor, al título. Y en esa misma medida, si se tiene el carácter de jefe de filas, se sale a luchar por una camiseta que es amarilla en el Tour, rosa en el Giro, o roja en la Vuelta a España o del tinte que sea en una carrera local. No existen allí las victorias morales. Nadie recuerda, por ejemplo, quién fue sexto en la pasada Vuelta del Porvenir u octavo en la Doble a Buga del 85. Si Thomas tiene hoy una obligación a estas horas, y él lo tiene claro, esa es ganar el Tour del año próximo.

3- La adaptación. En un mundo globalizado, los ciclistas, como otros deportistas, están obligados a escribir todos los días en su diario quehacer aquello de que “a donde vayas, haz lo que vieres”. Más, cuando alcanzan el sello de exportación. Por encima de las gastadas bromas sobre el acento español de Nairo, es un hecho que a los entrenadores europeos les gusta cada vez más la facilidad de los ciclistas colombianos de asimilar el medio. Eso va más allá de suplir sancocho por gazpacho, o vino tinto por gaseosa. En Colombia nos jactamos de cuántos futbolistas exportamos. Y eso está bien. Pero sería bueno también mirar cuántos regresan por esas enormes ‘dificultades’ que tuvieron para entender las ‘rarezas’ de las gentes de otros lados.

4- Las jerarquías. ¿Es posible que Egan Bernal sea el jefe de Sky en alguna de las grandes carreras de 2019? Sí, es factible. Pero quizás sea más probable que vuelva a ser de nuevo gregario. Y mejor que lo sea mientras tenga como líderes a hombres como Thomas y Froome. Ya le llegará la hora para quizás ser uno de los mejores en la historia de nuestro ciclismo (eso solo lo dirán el tiempo y los resultados, porque en ese deporte no sirve de nada madurar a punta de papel periódico). Pero si Egan fuera futbolista hoy estaría sonando para firmar mañana con el Real Madrid o el Barcelona F.C. ¡De la que te salvaste, Egan!

5- Las intermediaciones. Nunca supe quién, aparte de sus piernas y su cabeza, fue el empresario de Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez. O los empresarios de Rafael Antonio Niño, Patrocinio Jiménez, ‘Lucho’ Herrera o Fabio Parra, para hablar de tiempos idos. Ni tampoco de alguno de quienes componen esta generación de los Quintana, Urán, López, Chaves, Bernal y demás autores de tantas emociones y alegrías (estos han ganado títulos). Y tampoco sé si existen esos empresarios. En cambio, por ejemplo, en el fútbol…

Gracias al ciclismo, no solo por lo que da, sino por lo que siempre procura dar, sin caer aún en el extremo mercantilismo como única razón de ser.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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