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La paz: tan lejos y tan cerca

La paz no está a la vuelta de la esquina, pero tampoco...

25 de marzo de 2013 Por: Víctor Diusabá Rojas

La paz no está a la vuelta de la esquina, pero tampoco parece tan lejana si un catalizador como la voluntad permite que los plazos dejen de ser los dueños de la agenda y más bien cedan su lugar a los hechos. El ejemplo viene de una semana histórica, la que acaba de pasar, en el también viejo conflicto entre Turquía y la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), al que una luz, imprevista, ha puesto a soñar a todos con el fin del conflicto, incluso a la comunidad internacional.Los vientos de paz habrían podido nacer en alguna iniciativa unilateral o en la propuesta de un mediador, pero, ojo, solo bastó un mensaje de Abdullah Ocalán, jefe único del PKK: que callen las armas y que hablen las ideas. El mérito de Ocalán es que lleva 14 años en la prisión de Imrali (el Alcatraz turco, que nadie duda en calificar de siniestro), una isla perdida en las aguas del Mármara. Sin embargo, Ocalán mantiene su vigencia. De hecho, apenas puso la propuesta sobre esa mesa de negociación sin instalar, sus hombres se replegaron y la imagen de los AK-47 en reposo, recostados contra las paredes, comienza a ser paisaje en zonas en las que hace apenas un año se libraban los más cruentos combates.A ese gesto unilateral de tregua, las tropas oficiales parecen responder en el mismo sentido -lo dice el descenso vertical de combates-, sin que el gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan se atreva a aceptar que hay una nueva etapa en la historia entre turcos y kurdos. Y es entendible. Hay una larga tradición de desencantos, a los que se podría agregar uno más, éste. A eso hay que sumarle la oposición de un sector que no cree en la salida política. Si agregamos que en las elecciones de 2014 el tema kurdo, ahora convertido en un inminente proceso de paz, será decisivo, pues pareceríamos estar hablando de otro país. ¿Algo más? Sí, son 30 años de plomo y 40 mil muertos.Además, con unos efectos (la guerra y la paz) incalculables sobre el vecindario. Los kurdos son, más o menos, unos 30 millones dispersos en cuatro países. Así los distribuyeron los caprichos posteriores a la Primera Guerra Mundial. La mitad de ellos en territorio turco; los demás, en Irán, Siria e Irak (donde Sadam Hussein, como se recordará, utilizó armas químicas para tratar de someterlos). Desde 1984, el PKK se levantó en armas y sus acciones lo llevaron a entrar en las listas negras del terrorismo de la Unión Europea y de los Estados Unidos. Como las raíces del conflicto están en lo étnico, lo religioso (la mayoría es suní) y lo cultural, no cabe duda de que, de llegar a un acuerdo con Turquía, el problema kurdo evolucionará en el vecindario a velocidades impensables, hasta, quién sabe, si configurar un nuevo Estado, aunque hoy nadie hable de independencia. Porque, ¿saben cuál es, en el fondo, el único punto de esa agenda? El reconocimiento a una lengua, a unas creencias, a unas tradiciones; en fin, a eso que llamamos identidad. Lo demás, vendrá por añadidura, aunque no será fácil, como temen sectores de la Unión Europea, que todos los frentes del PKK se acojan a un acuerdo y terminen haciendo sus propias guerritas. Parecidos, ¿o no?***Sobrero: Resulta curioso cuánto se piensa con el deseo cada vez que alguien llega a ocupar uno de esos cargos que manejan el mundo. A Jorge Mario Bergoglio, ahora Francisco, le encontraron pronto que no había salido a echar piedra contra la dictadura militar en la Plaza de Mayo. Obvio. Como, con toda seguridad, Barack Obama no tenía en su cuarto de estudiante un afiche de Malcolm X. Súper obvio. Mejor dicho, ninguno de los dos va a cambiar las cosas, más allá de lo predecible, aunque se les reconocerán los detalles que tengan con los más débiles, siempre y cuando tengan el visto bueno del poder que hay detrás de sus tronos. Al fin y al cabo, el jefe es el jefe.

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