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El ‘pana’

‘Todo es temporal, todo nos llega’. Sí, Rodolfo Rodríguez, ‘El Pana’, todo...

9 de mayo de 2016 Por: Víctor Diusabá Rojas

‘Todo es temporal, todo nos llega’. Sí, Rodolfo Rodríguez, ‘El Pana’, todo pasa y todo queda, como diría Antonio Machado, que también se jugó la vida, sin echar pie atrás, ante el toro negro de la felonía franquista. Y, de acuerdo con usted, maestro: todo nos sabe llegar. A veces, justo a tiempo; a veces, un poco antes; a veces, mucho después. Pero, sin falta, de que nos llega, nos llega.Ahí está usted ahora, en medio del olor acre de la sala de cuidados intensivos, cercano de morir en el ruedo, como ‘Manolete’, pero no lo suficiente para dejar de decir eso que usted ha dicho más de una vez. “sólo Dios tiene conocimiento de la vida”.Usted Rodolfo Rodríguez, mejor y más conocido como ‘El Pana’ o ‘El Brujo de Apizaco’, el último de los toreros bohemios de la antigüedad, va salir de esta. Seguro que sí. Tetrapléjico, ya lo confirmaron los médicos, pero con la mente clara para seguir creyendo en lo que siempre ha creído. Eso mismo que quizás llevaba en la cabeza cuando ‘Pan francés’, un toro que no pintaba peligro -ese mismo peligro sordo que llevan todos los toros de lidia- lo arrolló en la placita de Ciudad Lerdo, en el Estado de Durango, y lo mandó a ese viaje sin regreso del oficio más íntimo de cuántos ha parido la mente humana.Ahora que el mundo comienza a pasar ante sus ojos de otra manera, la madeja de su memoria debe viajar no sé si a 1952, cuando nació en ese pueblito de Tlaxcala, o al día aquel en que, ya convertido en un hombre hecho y derecho, colgó uniformes, delantales y overoles de sepulturero, gelatinero, panadero y lavador de carros, dizque para hacerse torero. Entonces, muchos de los que hoy lloran su destino, se le rieron en la cara, sin saber que, frente al espejo de su habitación de entonces, hecha de pobreza y humildad, usted había jurado que a partir de ese momento dejaría de ser un mortal común y corriente, además de mediocre (redundancia, por supuesto), para sacar eso que llama ‘el héroe que llevamos dentro’.Qué duda cabe de que ese héroe que ahora camina en el filo de la cornisa está roto por fuera pero intacto por dentro. Qué duda cabe que así mismo como se hicieron pedazos sus vértebras y en añicos quedó el sueño de confirmar en octubre la alternativa en Las Ventas, con su amigo Frascuelo de padrino y Javier Conde de testigo, qué duda cabe que su nombre entra en la galería de los que nunca se van. Sí, ‘Pana’, como ‘Manolete’.Lo volveré a ver, mediando ese conocimiento que le atribuye a Dios sobre la vida. Así será. En alguna plaza, vestido de paisano, de verde y azabache. No de oro, como de torero jamás le gustó vestir, porque el oro, bien lo dice, casi siempre se hace oropel. Y entonces, ahí, en un rincón del tendido, lejos de los callejones y de los palcos, le pediré que, de propia voz, me repita ese. “Brindo por las damitas, damiselas, meretrices, princesas, vagas, salinas, zurrapas, suripantas, vulpejas; las de tacón dorado y pico colorado, las putas, las buñis; pues todas ellas mitigaron mi sed y saciaron mi hambre y me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, y acompañaron mi soledad. Que Dios las bendiga por haberme amado tanto”. Ese brindis sin par de 2007 en la Monumental de México. Me dice que lo llamó la esposa del entonces presidente Calderón para felicitarlo por acordarse de quienes nadie recuerda, sobre todo, digo yo, a la hora del mantel y de la doble moral.De tres cosas no hay salvación, dijo el otro día. De los impuestos, del sancho y de la muerte, esa pelona que acaba de golpear a su puerta sin entrar. ¡Larga vida, torero!Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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