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El fútbol que veremos

Soy aficionado al fútbol de los de la vieja guardia. Me hice en las tribunas y me mantengo ahí, incólume, sentado ya no en el duro cemento sino en la silla plástica.

15 de mayo de 2017 Por: Víctor Diusabá Rojas

Soy aficionado al fútbol de los de la vieja guardia. Me hice en las tribunas y me mantengo ahí, incólume, sentado ya no en el duro cemento sino en la silla plástica. La verdad, poca cosa en materia de evolución frente a la real transformación del que ayer fue un deporte y hoy, sin dejar de ser eso mismo, es un negocio multimillonario, con audiencia estimada en 3500 millones de espectadores. Casi una de cada dos personas que habita esta pelota de agua y tierra anda tras el balón.

Mi conexión con la cancha se reduce, cien por ciento, a todos los sentidos puestos en ella, lo que de alguna manera me hace un dinosaurio. Porque a ver fútbol se va en estos tiempos con una parte del ser apuntando al balón y a los jugadores; y con la otra (incluso, la más atenta), al teléfono móvil.

Son dos pantallas. Una, natural, la que tenemos al frente. La otra, virtual, esa que brinda desde datos estadísticos hasta los comentarios más inmediatos en las redes sociales sobre lo que estamos viendo. ¿Cómo se hace para capturar a la vez lo uno y lo otro, sin perder jugada ni trino, o lo que se le parezca? No sé bien, pero sucede como ocurre en casa, donde en verdad vive el público futbolero, aquí (tierra de estadios vacíos) y en tantos sitios.

¿Hasta dónde llegarán la televisión y la tecnología en un tema al que tantos seres humanos dedicamos buena parte de nuestro tiempo? Leo en un artículo de prensa (“Ver lo que ven tus ídolos y árbitros infalibles: así será el fútbol en 2030”) proyecciones que demuestran que lo que hoy sorprende en materia de transmisiones de fútbol, es apenas un bocado, de cara al menú que pronto tendremos a disposición.

Así, migraremos de la oferta actual de diferentes ángulos del campo de juego a espacios más cerrados desde los cuales el aficionado podrá montarse casi sobre los hombros de Messis, Cristianos y James para verlos gambetear gracias a minúsculos drones. Si le gusta, pague por ver.

Y si mejor prefiere ser usted mismo quien ‘lleva el balón’, pues no se preocupe, se le tendrá. Ya verán los nanotecnólogos con que se dejan venir y cuánto cobrarán los jugadores (y sus equipos) por servir de cámaras personalísimas del auténtico primerísimo primer plano. ¿Le gusta? Pague por ver.

La televisión cambió el fútbol. Antes nos fiábamos de la primera impresión. Ahora son las nuevas formas de mostrarlo y los datos a disposición los que siguen generando profundas transformaciones en la actividad.

Gracias a esto último, actualmente un director técnico tiene, junto a su conocimiento, una batería de cifras que le enseñan en pleno juego la real potencia física de sus jugadores.

Y los dirigentes pueden acceder a curvas de rendimiento que les permiten deducir si aquello a lo que le están apuntando como inversión en el mercado de jugadores tiene, o no, razón de ser. A ver si, al menos en nuestro medio, dejan de fracasar tanto como lo hacen en materia de contrataciones.

También, mediante las ayudas, los errores de los árbitros podrán reducirse casi a cero. Con lo que, además, se reduce el margen de maniobra de ciertos sujetos, disfrazados de jueces, empeñados perversamente en ser parciales.

Dirá usted que es lamentable que tanto recurso de la ciencia no se aplique a causas más nobles, Lo comparto. Pero esto del fútbol es un fenómeno sin parangón en el mundo. De hecho, si hubiera que resumir sus alcances actuales, bastaría con decir que el argentino más famoso de estos tiempos no es precisamente el papa Francisco, ese reconocido seguidor del San Lorenzo de Almagro.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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