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El debate

Cada vez son más comunes los mercachifles y menos los sensatos que se ponen a sonar en las elecciones de todo orden

30 de enero de 2022 Por:

Confieso que vi entero el debate de precandidatos presidenciales de la semana pasada. Merecía palomitas de maíz, pero andan muy caras, como todo.

Y resultó ser eso, debate de aspirantes a un cargo de elección popular. Con lo que, de entrada, no se podía esperar mucho. No porque sea malo postularse, sino porque cada vez son más comunes los mercachifles y menos los sensatos que se ponen a sonar en las elecciones de todo orden. Y ni hablar de las pavorosas consecuencias que nos dejan los primeros. Solo miren a su alrededor para comprobarlo.

Sigo con el debate. Tampoco podían ir bien las cosas ante semejante cantidad de gente. Y eso que no estaban todos. Así es la democracia. Sí, así es, cualquiera se siente con el derecho de poner a consideración su nombre. Más aún ahora que hay tantos ejemplos de que la ineptitud también tiene posibilidades de ganar, como ya nos ha pasado antes y nos está pasando ahora.

Entonces, casi tres horas divididas entre nueve personajes solo podía abrir camino a la superficialidad. Además de constatar que había un denominador común en todos ellos: antes que proponer, tratar como fuera de dejar en evidencia las debilidades e imprecisiones de sus adversarios.

Todo se redujo a eso. Bueno, para ser justos, casi todo. Porque hubo también esos lugares comunes que nunca faltan en sus discursos de la lucha contra la corrupción, la inseguridad, el desempleo, el hambre y algún otro gran problema. Eso no estaría mal si al menos nos dijeran cuáles son sus recetas creativas para enfrentar cada uno de ellos.
Porque una y otra vez quienes han pugnado por llegar a la Presidencia en este siglo y en buena parte del anterior han dicho eso mismo con evidentes pobres resultados.

Pero tampoco podía salir bien ese debate, y la misma pobre suerte les esperan a los que vienen en camino, cuando esas personas que nos ponen a escuchar ni siquiera son ellas mismas sino el resultado del maquillaje de sus asesores.

¿O el señor que coge a madrazos a medio mundo es ese mismo que ahora quiere pasar por bondadoso abuelo? ¿O quien dice que plomo es lo que hay es el mismo que posa de conciliador? ¿O aquel que les ofrece ministerios a sus contradictores y se hace el que no es con él cuando le preguntan por alianzas non sanctas, con ese tono imperial y arrogante de sabelotodo que lo caracteriza, es aquel que promete dizque ser el cambio?

Podría seguir con los demás. Con el que solo va a defender a su jefe, que a lo mejor le dé la espalda muy pronto. O con el que quiere parecerse, en vano, a su padre. O con ese que presume de ser más inteligente que todos, pero le cuesta mucho demostrarlo. O con ella, siempre tan oportuna y tan distante.
Se me quedan el que sabe que es físico relleno y la única que dice las cosas sin amarrarse la lengua, con la desventaja para ella misma que quien dice ser su amigo no lo es, porque más bien parece su propietario.
Ah y se me quedaba quien, tras rogarle, bajó del Olimpo de la academia a dar una mano, en lo que, más que una obligación, parece ser acto de generosidad.

Me dirán que soy injusto. Lo sería si al menos ellos se hubieran tomado el trabajo de hablar por un segundo de lo más importante: la vida. Ese valor que anda tan a la baja en este momento en este país como lo indican las cifras y los hechos que a diario nos recuerdan esa tragedia que relegan porque la muerte no vende ni da likes.

Siento que perdí el tiempo. Y si bien eso es lo que hay, más alguien más, todo esto no pasa de ser un espejismo. Al final, en la primera vuelta del 29 de mayo y, de ser necesaria, en la segunda del 19 de junio, el país olvidará todo esto para elegir entre dos extremos (porque Centro no hay, lo que hay son egocentrismos).

Porque, de no pasar algo muy sorprendente, a eso se va a circunscribir lo que viene: a votar no por algo sino contra alguien. Gracias a lo que han logrado ambos: dividirnos entre buenos y malos, depende desde la punta donde se mire. Y así, entre odios, nos seguirá yendo como vamos, de mal en peor.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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