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El ‘conejo’ de Petro

De Gustavo Petro se han dicho muchas cosas. Por ejemplo, que es...

17 de noviembre de 2014 Por: Víctor Diusabá Rojas

De Gustavo Petro se han dicho muchas cosas. Por ejemplo, que es buen fiscalizador pero muy mal administrador. Basta pasar unas cuantas horas en Bogotá para salir de la duda. Que es un jefe complicado. La respuesta la tienen casi veinte de sus exsecretarios más cercanos y los también ex de su guardia pretoriana (¿o petroriana?), ahora bien distantes de él. Que no escucha, ni siquiera las ofertas del gobierno central para hacer casas de interés social. Y que no respeta la Constitución, a la esquiva con quites que tienen nombre propio: desacato.Por supuesto que esa es una mirada parcializada que a lo mejor olvida que durante estos tres años el índice de homicidios bajó en Bogotá, no así en materia de inseguridad. Tampoco se puede pasar por alto que más de 600 mil familias de bajos recursos reciben, gratis, cinco metros cúbicos de agua al mes, lo que les significa una reducción cercana al 30% en el pago por ese servicio vital. Ni olvidar la política de salud en casa para zonas deprimidas y la aplicación de un plan destinado a las víctimas del conflicto.Sumadas unas cosas y restadas las otras, resulta el balance de Gustavo Petro alcalde, al que le acompaña la buena suerte de que la dinámica económica de Bogotá (y también alguna dinámica social) está por encima de su pésima alcaldía y de las inmediatamente anteriores. Como pasa mucho en este país en el que la gente se levanta a diario a echar adelante sus proyectos pese a la falta de movilidad, de seguridad, de espacio público, de calidad de vida, de cultura ciudadana y demás pestes. Petro sabe bien que ese es el panorama que enfrenta a diario, al que le da su particular lectura de que todo va bien y de que es víctima de una persecución de sus enemigos. Y, como ven, no aparece ahí esa palabra que transversalmente recorre la cotidianidad nacional: corrupción. Hasta ahora. Porque en el caso de Reserva Fontanar, una urbanización en Bogotá de la que es socio su cuñado Juan Carlos Alcocer García, y otros miembros de la familia política del Alcalde, se golpea una reserva natural como lo es el humedal de La Conejera, Petro tendrá que decir algo más de lo que ya dijo: declararse impedido para decidir el futuro de la urbanización y poner todo el asunto en manos de un alcalde ad hoc nombrado por el presidente Juan Manuel Santos. Alcalde, nos preguntamos: ¿Hay alguna incidencia de su administración para que la licencia de construcción de Reserva Fontanar resultara express, expedida en apenas un mes cuando todas – entre ellas la que usted pide - tardan mucho más? ¿No está dentro de sus obligaciones defender el medio ambiente para oponerse a semejante engendro, más aún cuando son miembros de su familia política los que atentan contra ese pulmón de la ciudad? ¿Es apenas una casualidad que sea la misma familia Alcocer, la de Verónica, su señora esposa, la que está ligada a un caso por aclarar de negocios relacionados con el transporte público y ahora anda enredada en esta construcción que, dicen los expertos, afectaría a La Conejera? ¿Y, con lo de declararse impedido, Petro, aparte de apelar a un recurso válido, se lava las manos y pasa de puntillas? Resulta curioso que no se deslinde, más aún cuando todo sabemos que su carrera política camina destino a la Casa de Nariño. Pero no se extrañen. La megalomanía es así. Sirve igual para mirarse al espejo que para traicionar principios y votantes, aparte de abusar del poder. Ahora bien, tampoco es que Petro se haya inventado la megalomanía, pero pocos la encarnan tan bien. Incluso con esos extraños efectos sobre su identidad. Porque, está visto, Gustavo Petro Urrego cada vez es menos él y cada vez más Gustavo Petro de Alcocer.

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