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Mientras tanto...

Es fácil identificar que ahí está la mano del narcotráfico. Ya sabemos que Cali es el epicentro de su accionar, que es aquí desde donde se mueven los hilos del negocio maldito, están sus oficinas de cobro y sicariato, y por aquí pasa buena parte de esas grandes sumas de dineros contaminados por las drogas ilícitas

1 de junio de 2021 Por: Vicky Perea García

Inmersos en esa burbuja de odios y extremos que lleva años forjándose, de la que saldrán beneficiados exclusivamente aquellos que se han encargado de meterle aire hasta conseguir que nos estallara en la cara, y que poco le dejará a Colombia y en particular a Cali y el Valle porque sus consecuencias negativas, sobre todo en lo social y en lo económico, se sentirán no por algunas semanas sino durante las próximas décadas, se nos olvidan las otras realidades que vivimos.

Mientras los bloqueos continúan, mientras los vándalos usufructúan una protesta que sin duda es válida pero ha terminado tergiversada por cuenta de la violencia irracional, mientras los gobernantes parecen actuar para generar más caos y no para encontrar las soluciones procedentes y permanentes que se necesitan en medio de este caos que nos desborda, en Cali se presentaron 163 homicidios entre el 1 y el 31 de mayo, casi el doble de los sucedidos en el mismo mes del 2020, 75 casos más.

Y no, la mayoría de ellos no tienen que ver con las repudiables muertes ocurridas en medio de las protestas ni son consecuencia de la anarquía que ha reinado durante 41 días. Es la criminalidad que no da tregua en la capital del Valle y se aprovecha de estos tiempos convulsos en los que la mirada se ha desviado hacia otros frentes.

Es fácil identificar que ahí está la mano del narcotráfico. Ya sabemos que Cali es el epicentro de su accionar, que es aquí desde donde se mueven los hilos del negocio maldito, están sus oficinas de cobro y sicariato, y por aquí pasa buena parte de esas grandes sumas de dineros contaminados por las drogas ilícitas. También es una realidad que el microtráfico se metió en cada rincón de la ciudad, se convirtió en el látigo de las comunidades y producto de ello las guerras territoriales se exacerbaron.

Claro, están las otras causas, como la delincuencia organizada, la común que es el azote de los caleños y a la que no le importa cegar una vida por robarse un celular, también los gota a gota que exprimen a los necesitados mientras matan por una deuda. Ah, y en esta ciudad intolerante se volvió paisaje acabar con alguien porque no se está de acuerdo con él y es más fácil pegar un tiro o meter una puñalada que llegar al entendimiento. Convivencia y respeto son conceptos que parecen borrados del diccionario local.

Y en esa maraña de crímenes se encuentra un gobierno local que decidió desde su primer día que la seguridad no era su prioridad, disminuyó los recursos destinados a proteger a sus ciudadanos y de paso se olvidó que su prioridad debía ser invertir en la gente, llevar programas sociales a los más jóvenes y brindarles oportunidades para que la delincuencia y el crimen no los arrastren con ellos. Ya sabemos a dónde ha ido buena parte del presupuesto público de la ciudad y seguimos sin saber a ciencia cierta para donde va ese dineral prestado que con tanta generosidad autorizó el Concejo. No parece ser en todo caso para planes y acciones que reduzcan esa altísima tasa de muertes violentas que afecta otra vez a la capital del Valle.

Ojalá el Alcalde, en medio de los decretos que expide dándole reconocimiento político a la ‘primera línea’, se acuerde también que es la máxima autoridad de la ciudad y que su obligación es en primer lugar garantizar la seguridad de todos los caleños así como defender la vida de cada uno de sus ciudadanos.
Sigue en Twitter @Veperea

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