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Ultimátum

Una mesa medianamente estructurada y una voluntad, aunque no sea clara del todo, son puntos de inicio que vale la pena no dejar escapar.

10 de septiembre de 2018 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Terminaron los 30 días que anunció el gobierno Duque desde su posesión el pasado 7 de agosto, para decidir lo que hará con el ELN. Continuar con los diálogos o no. Esa es la cuestión. ¿Cómo continuar dialogando con una guerrilla que secuestra, extorsiona y hace atentados mientras dice estar comprometida con el proceso de paz?. El Gobierno, entonces, decide poner un ultimátum: o entregan a todos los secuestrados que tienen en su poder, y terminan sus actividades terroristas o no hay más negociación. Punto.

No hay siquiera claridad sobre cuántos secuestrados tiene el ELN: las autoridades hablan de 19, desde el 2002, incluidos dos ciudadanos ecuatorianos. El defensor del pueblo y miembros de la Cruz Roja -al cierre de esta columna- están en Chocó tratando de mediar para lograr la liberación de seis personas que el ELN acepta tener en sus manos.

El Gobierno mantiene levantadas las órdenes de captura para los negociadores de esa guerrilla, pero reitera su inamovible, lo que a simple vista es lógico. No se habla con quien no muestra signos de querer ser interlocutor.

Sin embargo, vale la pena recordarle a los estrategas de paz del gobierno Duque que los procesos de paz se hacen con enemigos y que no son fáciles. De lo contrario, no serían ni tan aplaudidos ni tan importantes. ¿Se imaginan cuántos procesos de paz en la historia habrían avanzado bajo inamovibles?.

Lo difícil de un proceso de paz es empezarlo, continuarlo, terminarlo e implementarlo. Es decir, todo. En torno a la construcción de paz en una sociedad tan rota, polarizada y con una guerrilla que envía esos mensajes tan contradictorios, todo es complicadísimo. Se requiere paciencia, voluntad, insistencia y, sobretodo, comprensión y respeto por el momento histórico que se está viviendo. La soberbia sobra, no es buena consejera y cuando de asuntos de Estado se trata, se pued parecer a la torpeza.

Ya se hizo un proceso de paz con las Farc. Complejo, incompleto, apenas en implementación y lleno de inconformidades e interrogantes. Pero nunca, ningún día, se puede olvidar que se logró la desmovilización de trece mil guerrilleros. Recordar que Colombia es hoy un país menos violento que cuando las Farc hacían atentados, pescas milagrosas, reclutaban menores y violaban mujeres, es lo mínimo que se necesita para insistir en el diálogo con el ELN por más frágil que a veces parezca y por torpe que sea esa guerrilla.

El ELN tiene unas complejidades distintas a las de las Farc: No toman sus decisiones de forma piramidal, como el secretariado; no tiene esas jerarquías tan marcadas donde los de arriba deciden y los demás acatan. Eso hace más difícil cualquier proceso. Y ahora, aparentemente, tampoco tienen afán. Hay un nuevo Gobierno al que desconocen, con la preocupación latente causada por los errores de la implementación de los acuerdos de las Farc y la posible extradición de Jesús Santrich, que tanto ha preocupado a los guerrilleros de todo lado.

Ante un panorama tan complicado es imperativo que el Gobierno comprenda que lo que está en juego es un proceso de paz necesario que requiere dedicación, grandeza e insistencia. Y los del ELN entender que en sus manos tienen una posibilidad que tal vez no regrese. Una mesa medianamente estructurada y la más mínima voluntad de paz, son puntos de inicio que vale la pena no dejar escapar.