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¡Que llegue ya el otro año!

Es momento para que el Petronio sea reconocido mundialmente y, también, para que quienes no lo conocen, o no lo apoyan, lo hagan.

26 de agosto de 2019 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

El Petronio Álvarez -que este año fue verdaderamente impresionante- fue posible porque la Alcaldía de Cali sacó de su presupuesto 4500 millones de pesos, de los cinco mil que costó. El resto de la financiación fue así: Ecopetrol puso sesenta millones. Arroz Blanquita, cincuenta.  GDO, Gases de Occidente, treinta. Cenit donó veinte. El Banco W, quince. Comfandi aportó diez. La Organización Internacional de las Migraciones, OIM, 309 millones de pesos y el Ministerio de Cultura, ochenta. En total, el Petronio costó $5.025.657.730 millones de pesos.

¿Y el resto de los empresarios caleños? Bien, gracias. Es posible que muchos no se hayan enterado de la dimensión del festival. Pero lleva 23 años ocurriendo. Es también posible que no les interese. Pero deberían. El Petronio es hoy en día el festival de cultura afro más importante de América Latina y en una ciudad donde la población de raza negra es más de la mitad, pasar de agache ante una manifestación popular de estas dimensiones, dice mucho de los niveles de inclusión social y de la forma como quienes son determinantes en la economía de la ciudad, miran a una parte clave de su población.

Cali, que no se nos olvide, es la ciudad con más habitantes de raza negra de Colombia y la segunda de América Latina después de Salvador de Bahía en Brasil. Por consiguiente, sólo por un asunto elemental de números, mirar hacia lo que ocurre en un festival como este, para todo aquel que pretenda proyectar una Cali del futuro, es una obligación.

Pero, además, el festival es realmente increíble y sus resultados entusiasman. Durante tres días se llenó el 80,24% de los hoteles; en la versión anterior, el 75,5%. El 20% de los visitantes fueron extranjeros. 1600 artistas pasaron por la tarima y 1300 expositores mostraron sus productos. Todo eso es muy motivante pero no es, ni siquiera, lo más importante.

Lo clave del Petronio es que gracias a él la cultura negra que todos -óigase bien, TODOS- los caleños llevamos en la sangre, resplandeció con magia y fascinación. Los que fuimos tomamos viche y comimos encocado de camarones, nos pusimos turbantes, bailamos currulao, escuchamos marimba y nos quedamos con ganas de volver el año entrante.

El Ministerio de Cultura hizo un esfuerzo llevando visitantes de varios lugares de Colombia y del mundo, para que hicieran lo que están haciendo: contando que Cali es maravillosa y que hay que regresar. El año entrante habrá otro Alcalde que, ojalá, se la juegue de nuevo por el festival. Y un Ministerio de Cultura que debería comenzar ya una campaña para que se convierta -como el Carnaval de Barranquilla- en Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Ya, gracias a la gestión de las exministras Paula Marcela Moreno y Mariana Garcés, la marimba y los cantos tradicionales del Pacífico tienen reconocimiento de la Unesco. Es momento para que el Petronio sea reconocido mundialmente y, también, para que quienes no lo conocen, o no lo apoyan, lo hagan.

Sigue en Twitter @vanedelatorre